No se puede hablar de que el primer
film de Emilio
Aragon es El viaje a ninguna parte de un reconocido artista. Cuidado con Carmen
Machi que no es de goma y es mejor escuchar las canciones que rellenan el
guión con vino blanco del
Rhin. El pajarraco de
Fellini sobrevuela todo el contexto de la obra y se lamenta no del escaso trazo
que tienen insignes actores de peso como
Luis Homar y
Imanol Arias.
Filósofos y
conservadores infiltrados en una
compañía itinerante en la
postguerrra española, en la que
también tabletean
Roger Princep, Fernando
Cayo,
Oriol Vila,
Luis VArela y Diego
Martin.
Cómicos de la palabra fotografiados con precisión, pulcritud y un encomiable esfuerzo por reproducir los tiempos y ambientes en que se mueven con sus ideas liberales. La farsa y el drama se entrecuzan como sus propios pliegues, los de este pájaro de papel, que a diferencia de sus creadores y intérpretes, no tiene alma.
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