viernes, 4 de marzo de 2016

Tots els camins de deu

El filme de Gemma Ferraté se presenta como una película intima dónde, a través de la cámara en mano y un formato tan cerrado como la angustia que vive el protagonista, se nos narra el calvario de un hombre, el cual evidencia una fuerte culpabilidad sobre si mismo, y el dolor le corroe hasta limites de lo más extremos. El guión que Ferraté co-escribe con Eduard Sola es sin duda un arma que explota estupendamente un cúmulo de ideas que, aunque la mayoría de ellas pueden quedar sin respuesta al final del metraje, presentan una complejidad que sorprende ver en una película de tan escasa duración y tan pocos diálogos.

Entre varias de esas ideas cabe destacar la relación que se establece entre los dos personajes protagonistas del filme, interpretados por Marc Garca Coté y Oriol Pla, en la que de un modo natural, se crea a través de la introspección de los chicos, forjándose sin un claro acercamiento verbal, más bien de una mimesis que en ningún momento se presenta como baladí, si no a través de un entendimiento que va más allá de lo físico. Así no es de extrañar que la película se haya convertido en la carta de presentación de un ciclo de cine LGBT, ya que aunque en ningún momento la película tenga una clara referencia homosexual en la relación, si que es fácil que venga en mente gracias a las miradas, gestos y situaciones de los tres actores (hay que sumar a Jan Cornet), y todos sabemos que algunas de las historias bíblicas presentan un oculto contenido homo-erótico que otros realizadores han sabido plasmar en sus filmes. Aunque Tots els camins de Déu pueda ser un filme al que es difícil entrar, y en ocasiones la sombra de Gus Van Sant (figura muy común en los filmes de varios realizadores que vienen del ESCAC), Kelly Reichardt o Albert Serra planee con demasiada insistencia sobre la película, al final se respira una fuerte carga personal en la película y una sinceridad absoluta en el trabajo, que como espectador no puedo dejar de agradecer, ya que hoy en día es difícil encontrar trabajos tan sinceros, valientes e intimos como el de Gemma Ferraté, y aunque el propio filme presente grandes motivos para ser visionado, este último es sin duda el que más fuerza tiene.
Cuenta la historia de los últimos tres días en la vida de un Judas contemporáneo, un hombre que huye de su propia culpa después de traicionar a su mejor amigo. Ahogado por su culpabilidad, entra en el bosque donde se reunirá con un joven misterioso que lo acompañará en su arrepentimiento, lo cual le ayudará a lidiar con sus sentimientos, con la comprensión de su culpa y cómo finalmente confrontarlo.
 "Una manera de reflexionar sobre el mundo en el que vivimos, lleno de miedos y paranoias. La película recoge estos elementos y muchos más para crear imágenes hipnóticas, brutales, que transmiten el poder físico del cine en contacto con la naturaleza amenazante.[...] La fuerza se esconde en su constante inventiva, en los múltiples matices de esta historia que parece tan sencilla i elemental.

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