jueves, 30 de septiembre de 2010
Elisa K
Desparece la voz en off. El blanco y negro da paso al color y la estética sobria de Jordi Cadena, como la niña en el colegio, cede al nerviosismo y la crispación requerida por la historia, como la secuencia del baño, de Judith Collell. Con la absoluta aprobacion en el tratamiento de Lolita Bosch, autora de Elisa Kiseljak, los directores podrían haber abusado de los simbolismos en el apartado sueños, pero no lo han hecho huyendo del formato telefilm. Beneplácito que se extiende a la absoluta falta de morbosidad que les había solicitado. La segunda parte del film empieza 14 años después en Londres, intentado olvidar la violación de la niña de 11 años, Claudia Pons, narrada por la voz de Ramon Madaula mientras nos muestran estancias de la casa y la terraza. Violada por un amigo de su padre nos queda su rostro llorando, su comportamiento retraído, sus largos silencios y su dramático esfuerzo para anular el dolor. Ya en el apartamento, que Aina Clotet, excepcional de nuevo en un viejo papel, comparte con una compañera, la música y imagenes de un televisor, rompen su cinturón de protección. Dos películas y un drama brutal con Lydia Zimmermann y Hans Richter.
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