Él es profesor de una pequeña autoescuela, ella es una de tantas mujeres caprichosas que se odian a muerte. Sus diferencias parecen irreconciliables hasta el punto de hacer rituales quemando fotografías. Deciden hacer uno de esos viajes que uno emprende, «road movies», subgénero moldeador del alma humana y, en medio de todo ello, Eyjafjallajökull, volcán islandés de nombre impronunciable que será precisamente el protagonista de propiciar la particular odisea emprendida por Alain y Valérie.
Un viaje en avión de apenas unas horas, se convertirá así en un viaje en coche de miles de kilómetros para llegar al ansiado destino, Grécia, donde Cécile, contraerá matrimonio. Un viaje repleto de amor, que se irá tiñiendo con el odio que ambos se profesan.
Es así como Alexandre Coffre se presta a la comedia más cafre y alocada. Una película destinada a ser amada por los que se decanten más por los toma-y-daca de insultos, porrazos y carreras a cada cual más dantesca. El galo hace una de esas apuestas del todo por el todo, y el resultado final convence.
De entre sus grandes aciertos (tener a Dany Boon, ese emblema de la comedia francesa reciente, a la cabeza, ya lo es de por sí) destaca el papel co-protagonista de Valérie Bonneton dispuesta a machacar a su «partenaire» desde el minuto uno. Porque si Boon es capaz de dominar los registros más gestuales de la comedia, ella se le echa encima como una exhalación y prácticamente no deja respirar al intérprete galo. En efecto, aquí las virtudes de Boon como actor quedan diluidas, pero poco importa si la escogida para acompañarle logra complementar al actor y hacer que la película no sea suya solamente, y que Coffre termina subsanando con cierta traza.
El libreto del film, escrito a seis manos entre el director y dos guionistas más, también acierta en apenas dar momentos de respiro al espectador, y es que la galería de personajes extravagantes y situaciones límite habla por sí sola.
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