En la película de Dominik Moll no hay ápice de anticlericalismo ni la afectacion inherente al genero eclesiástico.Una forma de tratar el tema es un cierto barroquismo que inhibe de la critica ortodoxa. En el mismo error incurre la interpretación de Vincent Cassel, con el freno de mano puesto y en un papel, del hermano Ambrosio, sin carga poética ni profundidad psicológica plano, plano.Demasiado poco para un descenso personal a los infiernos recorriendo todos los peldaños goticos como cuervos, fuegos y estatuas que intentan recorrer al suspense ante la dubitativa mirada de Deborah François, Josephine Japy y el inefable y con poco metraje Sergi Lopez, cada vez mas afincado en el cine francés.
martes, 31 de enero de 2012
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