No se puede conocer, o amar, al cine sin la obra de Kenji Mizoguchi. Con ello no significa que uno tenga que verse su filmografía completa, pero sí al menos acercarse a ella con algunos de sus títulos más reputados y otros que no tanto, pero igualmente espléndidos.
Junto con Akira Kurosawa y Yasujirō Ozu, está considerado uno de los tres grandes maestros del cine japonés clásico (aunque habría que añadir alguno más como Masaki Kobayashi, Mikio Naurse o Kaneto Shindô). Películas como Rashomon y Los siete samuráis, de Kurosawa, o Cuentos de la luna pálida de Mizoguchi son las que abrieron a los ojos de Occidente el cine nipón en los años cincuenta.
Precisamente Cuentos de la luna pálida (Ugetsu monogatari) será la que inaugure una retrospectiva dedicada al extraordinario artista compuesta por ocho largometrajes, tres ellos restaurados en 4K.
Ambientada en el Japón feudal del siglo XVI y sumergido en una cruenta guerra civil, es un cuento sobre la codicia, el infortunio y las miserias humanasen torno a dos esposas abandonadas por sus maridos. Dos aldeanos persiguiendo sueños imposibles, uno obsesionado por hacerse rico, el otro por convertirse en samurái. Mientras que sus esposas, solas, lucharán por sobrevivir.
Basada en una leyenda tradicional, Mizoguchi nos sitúa exactamente entre la realidad y la fantasía gracias también a una de las más bellas fotografías plasmadas en blanco y negro.
Las otras siete películas que completarán el ciclo, todas rodadas en los cincuenta, son La señorita Oyu (1951), Los músicos de Gion (1953), La mujer crucificada (1954), La emperatriz Yang-kwei fei (1955) y La calle de la vergüenza (1956). Además de El intendente Sansho (1954) y Los amantes crucificados (ambas de 1954).
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