Hace tres años, en un almacén de Hollywood, apareció. Se hallaron 200 rollos de Bird on a wire que acabaron en manos de Palmer. “El material estaba en muy mal estado. Era un puzle complicadísimo. Pero con ayuda de la tecnología digital y del azar, porque cuando empezaba a desesperarme encontré accidentalmente el 70% de la banda sonora, logramos unir 3.000 fragmentos”, recuerda el realizador londinense de 71 años. 40 años después, el director recuperaba su película. El filme solo está disponible en DVD y en versión inglesa y francesa.
Mi condición fue que no me podía cerrar ninguna puerta. Aceptó y cumplió durante el rodaje. Los problemas vinieron después”
En la pantalla, Cohen nada en piscinas desnudo, discute con los guardias de seguridad en Tel Aviv, reflexiona, repudia la violencia, elogia la calidad de un porro de maría, flirtea con sus fans, llora, ríe, habla, intenta explicar por qué debe suspender un concierto (“hay noches que no puedes despegar”), ironiza sobre el “buen amigo” que se quedó con sus derechos de la canción Suzanne, sostiene que “el éxito es la supervivencia”, recita sus composiciones (“He percibido el contorno de sus senos a través de su traje de Hallowen”)… Y sobre todo canta, canta sus canciones imperecederas.
Es un Cohen de 37 años íntimo, auténtico, dubitativo, emocional, apasionado por la poesía y a veces en actitud indolente. “Cohen estaba incómodo. Él y su equipo me dijeron que era demasiado íntima e incluso agresiva. Yo no lo veo así. Estaban molestos por que se viera al cantante cansado. Él ha visto la nueva versión y ya no tiene las preocupaciones de entonces. Ahora somos otra vez amigos, aunque nunca fuimos enemigos”, apostilla esbozando una leve sonrisa. Cohen atravesaba una mala época justo antes de rodarse el documental de la gira, que podía ser la última. Quería dejarlo todo. Ese hastío se refleja en varias secuencias, al igual que el genio creador del cantante que se consideraba sobre todo, poeta –en el filme sale lamentando las escasas ventas de los libros de poesía. Palmer considera muy justo el Premio Príncipe de Asturias de la Letras que se le otorgó el pasado año por su poesía. “Es un gran poeta, un artista extraordinario”.
El material estaba en muy mal estado. Era un puzle. Pero con ayuda de la tecnología logramos unir 3.000 fragmentos”
El realizador ha dirigido más de un centenar de películas documentales, la mayor parte para la televisión. Y en todas ellas se ha interesado por mostrar el contexto social y político, además de la auténtica personalidad de los personajes retratados. Ha trabajado y conocido a los grandes músicos pop y rock de la sesenta y setenta, a la diva Maria Callas, a los compositores Igor Stravinsky o Benjamin Britten, a los actores Lawrence Olivier o Richard Burton. Asegura que a todos ellos les une “el coraje físico, emocional, intelectual, político” para sobreponerse. “Los más grandes artistas tienen una visión, y no tienen a nadie para preguntar, están solos, y la gente corriente no podemos más que seguirlos para ver adónde van”, indica. “Cuanto más fama alcanzan, más piensa la gente que son propiedad de todos, y los artistas se van aislando más”.
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