Especial y sensible film de animación que podría ser sin palabras. Suave de tono en su colorido y en la foma de narrar destila para todo el mundo unos reflejos poéticos que son de agradecer hoy en día. Michael Dudok de Witt ejerce una fascinacion sobre el espectador tanta en la primera parte con la relación entre el naufrago y la tortuga roja como en el apartado de lucha por la supervivencia contra la devastadora fuerza de la naturaleza. Un cuento existencial creado por Ghibli, el prestigioso estudio japones al que dejan acceder por primera vez a un europeo. Con títulos esenciales del cine de animación contemporáneo como Mi vecino Totoro o La princesa Mononoke los estudios Ghibli han salido por primera vez de su Japón natal para producir La tortuga roja, pura poesía en dibujos que ha asombrado en el Festival de San Sebastián. Imágenes 2 Fotos "Quería explorar el lado más poético posible de la gran naturaleza, de la vida", explica el holandés Michael Dudok de Wit, el elegido por los Ghibli para realizar esta producción europea en la que le dieron libertad artística absoluta. Fue en 2006, recuerda el realizador, cuando recibió una carta del productor Toshio Suzuki, en la que le decían que les habían gustado mucho sus cortos, especialmente Father & Daughter (2000) y que querían colaborar con él. El entusiasmo y el shock fue total, aunque no terminaba de fiarse de que la oferta fuera real. Creía que se lo habrían ofrecido a otros cien directores y cuando descubrió que no era así y que solo se lo habían pedido a él, salió a la calle, hablando solo y con ganas de contar a todo el que pasaba que los Ghibli le reclamaban. Unos estudios míticos para el cine de animación, fundados en 1985 por Isao Takahata y el gran Hayao Miyazaki, responsable de joyas como El viaje de Chihiro (Óscar en 2002 a la mejor película animada) o El castillo ambulante (2004). El legado de Miyazaki Miyazaki, que se retiró en 2013, era y es el espejo en el que se miran la mayor parte de los directores que se dedican a la animación. Tras su estela surgieron nombres como los de Kunio Kato -Óscar al mejor cortometraje de animación en 2009 por La casa de los cubos pequeños, Tomomi Mochizuki (Puedo escuchar el mar, 1993), Hiromasi Yonebayashi (Karigurashi no Arrietty, 2010) o Goro Miyazaki, hijo del maestro. Pero el estilo poético de Miyazaki, que ha impregnado todos los proyectos de los estudios Ghibli, nunca había salido de Japón, hasta que sus ejecutivos descubrieron el trabajo de Dudok de Wit, que hasta ese momento solo había realizado cortometrajes. La tortuga roja se ha colocado como una de las favoritas del Festival de cine de San Sebastián Y para él era un gran desafío, por saltar al largometraje pero sobre todo por presentar un proyecto que estuviera a la altura de la calidad que sabía que los Ghibli demandaban. "Me dieron carta blanca artísticamente, así que empecé a preparar una historia que tenía que hacer en Europa, con equipo cien por cien europeo y sin poder usar animadores japoneses", explica el holandés. Inspirado en cuentos y leyendas antiguos y en la animación clásica de los Ghibli, La tortuga roja es un ejemplo más de cómo las fronteras entre ficción real y animada están cada vez más desdibujadas hasta fundirse simplemente en puro cine. Tras ganar el premio especial de la sección Una cierta mirada del último Festival de Cannes, ahora se ha presentado en el de San Sebastián, donde se ha situado desde el primero minuto como uno de los favoritos del público junto a otra película animada, Ma vie de Courgette,
sábado, 14 de enero de 2017
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