De nuevo cine dentro del cine. Magnetismo de lo clasico, castings impagables, discusiones con la producccion y una vison economica del producto inversa a Welles. Piensa Godard en el film que debe devolverse al cine lo que se le ha robado, en esta copia realizada para la television ahora restaurada. Es una presunta adaptacion de una novela de James Hadley. A sus 86 años, Godard(God-Art) sigue siendo el amo de la Cinefilia, ya saben ese colectivo que no entiende el cine como un mero entretenimiento, es un círculo con tendencia al encogimiento, que necesita adeptos. Se espera una nueva y misteriosa película de Godard, que estaría en proceso, ‘Le livre d’image’, para el próximo Festival de Cannes. Pero, de momento, ir a ver este Godard de 1986 es todo un acontecimiento. Película perdida en los anales de la Historia se presento restaurada, en el Festival de Locarno, y se ha ido proyectando en diversos festivales, como el reciente Festival de Gijón. Que aterrice en nuestra cartelera un título perdido de Godard es algo más de lo que llamamos 'evento'. La película tiene un origen negro. Nació de la propuesta de un productor, Pierre Grimblat, que, a mediados de los 80, convocó a unos 30 realizadores galos para que homenajearan la célebre Série Noire, creada por Marcel Duhamel en 1945 para Gallimard, con una adaptación de la novela de la colección que le viniera en gana. Godard siempre ha sido fan de la Série noire. ‘Al final de la escapada’ (1960) ya era un homenaje al cine negro americano; ‘Bande à part’ (1964) estaba inspirada en una novela de Dolores Hitchens; ‘Pierrot el loco’ (1965) en una de Lionel White, mientras que en ‘Made in USA’ (1966), supuesta adaptación de una de Donald E. Westlake, Ana Karina retoza con un ejemplar de la colección firmado por Horace McCoy, y en 'Alphaville' (1965) Eddie Constantine lee 'El sueño eterno'. Godard aceptó la propuesta de llevar a la (pequeña) pantalla "una vieja novela" del británico James Hadley Chase (‘The Soft Centre’, 1964). Pero no se conformó con una adaptación al uso, y optó por recrear, a su manera, el proceso de casting de la supuesta adaptación. El cine de Godard siempre ha sido metacinematográfico. Belmondo ya rompió la cuarta pared, interpelando al espectador, en ‘Al final de la escapada’, y no faltan ejemplos de cine dentro del cine en su filmografía, desde ‘El desprecio’ (1963), también conocida como La Mejor Película de la Historia, que narraba la fallida puesta en marcha de una adaptación de ‘La Odisea’, por Fritz Lang, a la más cercana en el tiempo ‘Pasión’ (1982), que nació del deseo de rodar con la fassbinderiana Hannah Schygulla. El icono de la Nouvelle Vague, Jean-Pierre Léaud, que acababa de perder a su padre espiritual (François Truffaut, fallecido en 1984), y había rodado con aquel otro glorioso clásico de cine dentro del cine (‘La noche americana’, 1973), pasa aquí a ser el director de la adaptación de la novela de McCoy, con el nombre de Gaspard Bazin, en honor a André Bazin, el crítico que apadrinó la Nouvelle Vague. Y lleva bigote. Y es capaz de cambiarse de jersey en dos segundos. Obviamente, Leáud ya había trabajado con Godard en numerosas ocasiones. Como asistente (‘Una mujer es una mujer’, ‘Alphaville’) y como protagonista (‘Masculino femenino’), y acababa de participar en la más cercana ‘Detective’ (1985), que se presentó como ‘un polar de Jean-Luc Godard’). Más extraordinaria es la presencia, como coprotagonista del no menos mítico Jean-Pierre Mocky, actor (en ‘La cabeza contra los muros’, de Franju, 1959, citado en el film pero sobre todo francotirador al margen del sistema que se hizo un lugar escribiendo, dirigiendo, protagonizando y produciendo películas tan negras y subversivas como ‘Solo’ (1970) o ‘El albatros’ (1971), que da nombre a la productora de ‘Grandeza y decadencia de un pequeño comercio de cine’. En 2011, Mocky compró una sala de cine en París cuyo nombre ya lo dice todo: Le Desperado. Es lógico que Godard sintiera a Mocky como un alma gemela. “Lo escogí porque nuestra historia se parece un poco: hemos vivido y seguimos viviendo la grandeza y decadencia del cine en la época de la televisión”, declaró en una entrevista sobre aquel al que le presta en el film el nombre de su admirado Jean Vigo. Uno de los mejores momentos es un diálogo, dentro de un coche en el que Mocky mantiene con el propio Godard, interpretándose a sí mismo. El primero comenta, no sin amargura, que, con el presupuesto de una película de Polanski, él puede hacer 10 de las suyas. Y Godard, que estaba a punto de rodar una película para la Cannon ('King Lear', 1987), se ríe. No es la primera ni la última de las apariciones de JLG en sus películas. Precisamente la de 'King Lear' fue una de ellas. El vil metal, aunque escaso, está muy presente. La figura trágica del productor contra las cuerdas encarnado por Mocky es como un anticipo de aquel, al que dio vida, y muerte, Louis-Do de Lencquesaing en ‘Le père de mes enfants’ (Mia Hansen-Love, 2009), que se inspiraba en la tragedia de Daniel Toscan du Plantier. Para ‘Grandeza y decadencia…’, Godard debió inspirarse en los tres productores clave de la Nouvelle Vague, que también fue un fenómeno económico: el triunfo del cine de bajo presupuesto. Como es sabido, Godard es una máquina de citar. Ni siquiera Enrique Vila-Matas es capaz de citar tanto como él. Y, de hecho, el escritor barcelonés se inspiró en Godard: “Bien pensado, creo que mi inclusión de citas (falsas o no) insertadas en medio de mis textos debe mucho a la fascinación que provocaron en mi juventud las películas de JLG con toda esa parafernalia de citas insertadas en medio de sus historias, esas citas que detenían la acción como si fueran aquellos carteles que insertaban los diálogos en las películas de cine mudo. No era la primera vez, ni la última que Godard trabajaba para la TV, pero el medio ya se insinúa como culpable de la tan cacareada muerte del cine, o al menos su zozobra. 30 años después estamos igual, o más bien mucho peor, a raíz de la deserción de espectadores provocada por el triunfo de la ficción televisiva, que secuestra a los espectadores menos inquietos, que no van a festivales. Dedicada a Jack Lang, el mítico Ministro de Cultura de Mitterand,‘Grandeza y decadencia’ se inscribe en un momento histórico, el umbral de la dominación televisiva. TF1, la televisión pública, está a punto de ser privatizada, y llega a Francia la 5. Ya lo decía Michael Franti en 1992, “Television is the Drug of the Nation”. Una película que arranca con un Leonard Cohen ya lo tiene todo ganado. Se trata en concreto de ‘The Guests’, y Dj Godard volvería a pinchar al pobre Leonard en el corto ‘Puissance de la parole’ (1988), en el monumental ‘Histoire(s) du cinéma’ (1989) y en la críptica carta filmada que mandó a Cannes para (no) explicar por qué no se presentaba para apoyar la proyección de ‘Adiós al lenguaje’ (2014). En esa ocasión fue ‘Take this Waltz’. Lo raro del asunto es que Léaud quita en un momento el disco de Cohen, para poner uno de Bob Dylan!. La BSO, también incluye a Béla Bartók, Arvo Pärt o Joni Mitchell. Fiel al espíritu low-cost que le garantiza cierta independencia, Godard llevaba experimentando con el video desde principios de los 70, que prefigura además, en muchos sentidos, sus ‘Histoire(s) du cinéma’, en las que no tardará a trabajar al poco tiempo, y en donde citará, entre otros films este , que no se merece menos, y puede incluso considerarse como una avanzadilla, no sólo en lo estético -en los collages y en las citas fílmicas (concretamente ‘La gran ilusión’, del llamado “patrón” Jean Renoir)- también en los omnipresentes chistes de nazismo pop, como esas SS que aísla de la palabra Kiss, o una boutade irónica de Mocky. Godard es medio suizo, y Suiza no es un país que se conozca por su sentido del humor, más bien al contrario. Quizás por eso JLG fue desarrollando un sentido del humor tan particular, entre el sarcasmo, la ironía, la acidez, la negrura, el slapstick, la histeria, la idiotez, la intelectualidad, una cierta poesía surrealista y el tributo a los maestros (Chaplin, Keaton, Tati), que aquí vuelven a ser explícitamente citados, porque, a pesar de su aire crepuscular y melancólico, no deja de ser una comedia muy godardiana. Frase famosa, según Godard, no hay película sin mujer + pistola, y aquí tampoco falta ni lo uno ni lo otro. Pero aunque hay un guiño para Ana Karina, aquella primera novia (Godard lleva desde mediados de los 70 con Anne-Marie Miéville); no falta alguna escena sexy (Godard acababa de rodar ‘Nombre: Carmen’ y ‘Yo te saludo, María’, sus películas más subidas de tono) y los protagonistas forman una suerte de triángulo amoroso con la desconocida Marie Valera.
martes, 5 de diciembre de 2017
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