domingo, 8 de septiembre de 2019

Quien a hierro mata

En la primera secuencia de 'Quien a hierro mata', Paco Plaza nos presenta a uno de los personajes de este 'thriller' de venganza, Kike Padín (Enric Auquer), a través del primer plano de su mano machacando con violencia un molusco en un barco. Como en seguida desvela la escena, el mejillón no es la víctima más sufrida de Padín, el menor de un clan familiar dedicado al tráfico de droga. Kike y su hermano Toño (Ismael Martínez) han tomado el control del negocio. Su padre, Antonio (Xan Cejudo), acaba de salir de la cárcel para ingresar en una residencia debido a una enfermedad terminal. Poco después de darnos a conocer a los Padín, Plaza introduce al enfermero Mario (Luis Tosar), el protagonista que se erigirá en fuerza antagónica del clan, también a través de un gesto de sus manos: en este caso, dedicado a atender a una persona de la tercera edad. El director sitúa por tanto a los personajes a partir de detalles asociados a acciones contrapuestas, la violencia frente a los cuidados. Para a partir de aquí complicar estos escenarios morales tan nítidos. Cuando Mario descubre que su nuevo paciente es el patriarca de los Padín, algo se remueve en su interior. No tardamos en descubrir que el enfermero ejemplar arrastra una herida interna ligada a los estragos causados por la droga. Y que decide emprender su venganza personal al respecto aprovechando que el viejo Padín se encuentra cómodo a su cuidado... Paco Plaza se inició en el largometraje con 'El segundo nombre' (2002) y 'Romasanta, la caza de la bestia' (2004)Despues descubre de '[REC]', que supo renovar el género desde el cambio de paradigma generacional que implicaba la aparición de las cámaras digitales y la mayor autoconciencia del dispositivo. Ahora, vira hacia el 'thriller' desde estas mismas coordenadas la práctica de un cine de género que se despliega sobre una realidad social. cambio ofrecer un retrato de realismo muy identificable del ficticio clan Padín, encabezado por un patriarca que prefiere pasar sus últimos días en una discreta residencia para ancianos .El filme podría convertirse en el ajuste de cuentas cinematográfico contra el narcotráfico por la masacre de jóvenes que comportó la entrada de la heroína en la Península, sobre todo en los años ochenta y noventa. Pero el recuerdo de las muertes de tantos heroinómanos queda tan desdibujado como los 'flashbacks' un punto precarios que nos ilustran sobre el pasado de Mario. Por otro lado, la clave de la película consiste precisamente en desactivar la posibilidad de cualquier satisfacción en la idea de venganza. De manera que la espiral en que se adentra Mario acaba emponzoñando el horizonte de felicidad que por fin se había dibujado en su vida. En el corazón de 'Quien a hierro mata' late un drama en torno el progresivo embrutecimiento que vive el protagonista, y otro plano de sus manos corroborará el cambio que ha sufrido el personaje desde el arranque del filme. Al mismo tiempo, se pone de manifiesto hasta qué punto en el cine de Paco Plaza El sufrimiento moral de los personajes está íntimamente ligado. Desde su estructura de 'thriller'  la película dibuja con acierto los cambios en las dinámicas de poder en el tráfico de drogas. Sin profundizar en los pormenores de estas transformaciones como otorgar vigor así a través de las amenazas exteriores, los escenarios cambiantes y las dobles traiciones. El guion abusa de los recursos más efectistas del género, nutrela tensión a través de situaciones contrarreloj en las que se ve metido el protagonista y de las que se salva gracias a unos giros argumentales forzados. La sorpresa final que se reservan los guionistas, Juan Galiñanes y Jorge Guerricaechevarría, resulta de una astucia digna del personaje y guarda una retranca amarga a la altura del filme. También se apoya en el trabajo de sus intérpretes: Luis Tosar, siempre solvente en estos filmes en que se mezcla cine de género y drama individual; el ya tristemente desaparecido Xan Cejudo, que imprime su carisma cuasi inmovilizado en la cama de un hospital la mayor parte del metraje, o los convincentes Ismael Martínez y Enric Auquer, responsable este último de otorgar una idiosincrasia al mismo tiempo gallega y generacional a su personaje como todavía no habíamos visto en pantalla.  Desaprovechado el personaje de Julia, la esposa de Mario, y el talento de la actriz que la interpreta, María Vázquez. El filme arrastra en este sentido una de las peores inercias de estos géneros, que tradicionalmente se han declinado en masculino: el dolor de las mujeres solo importa en la medida que engrandece la dimensión trágica del protagonista.

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