En el film de Simon Curtis lo que predomina conocer es si Michelle Williams se parece, interpreta, recoge en su composición todo el glamour del mito. Porque Kenneth Branagh, que siempre quiso ser Lawrence Olivier, lo borda, como Shakespeare y el Actor's. Studio al fondo.Pero la semana londinense en 1957 con motivo del rodaje de El príncipe y la corista, pivota en Eddie Remanyne, Colin Clark, joven de familia acomodada, que según cuenta de si mismo supo durante aquella semana equilibrar la persona interior de la estrella con su éxito. Traidor después, vende los derechos del libro y rompe la intimidad de aquella semana remanso de paz en la vorágine vital de la diva. Pero la enjundia se paga y su relación resulta lo menos interesante de un film que saca otros temas de la confundida actriz a la luz del cinéfilo.Entre ellos el estado de la relación con Arthur Miller,con el mismo Olivier, con el psicólogo, la fama, la profesión y en definitiva con un mundo vital en que ya solo permanecería 5 años mas.
miércoles, 29 de febrero de 2012
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