viernes, 9 de marzo de 2012

Cuchillo de palo



Era invierno. Mi papá nos llamó urgente. Habían encontrado el cuerpo desnudo de mi tío en el suelo. Había gente agolpada frente a su esquina. La policía separaba a los curiosos. Mis parientes estaban ahí. Me pidieron que entrase y eligiese la ropa con la que se le iba a velar. Me acerqué a su ropero: estaba vacío.
Cuando pregunté de qué murió me dijeron: “de tristeza”. Aquella respuesta contradecía todos mis recuerdos sobre su vida.
Rodolfo fue el único hermano de mi padre que no quiso ser herrero como mi abuelo. En el Paraguay de los ochenta, bajo la dictadura de Stroessner, quería ser bailarín.
Esta es la búsqueda de las huellas de su vida y el descubrimiento de que fue incluido en una de las “LISTAS DE HOMOSEXUALES O 108”, arrestado y torturado por ello.
Todavía hoy en Paraguay cuando te dicen “108” te están diciendo “puto, maricón” y es una ofensa grave. Durante más de una generación, el tiempo que duró la dictadura de Stroessner, los hombres que despertaban sospecha de ser homosexuales o contrarios al régimen eran el blanco preferido de los “pyraguë” (vecinos colaboradores con el régimen).
La historia de Rodolfo desvela una parte de la Historia escondida y silenciada de mi país.
Una película donde se enfrentan dos generaciones, la que ha vivido la dictadura y calla y la que viviendo en democracia no tiene nada que decir porque desconoce el origen del significado de “108”.
El silencio sigue instaurado. En la familia y en el país las mismas fotos han sido escondidas. Como si nadie se atreviese a cuestionar, la misma forma de agachar la cabeza, de no mirar a los ojos, los mismos prejuicios comunes, los secretos bajo la mesa. No hay ninguna película acerca de este periodo. Callar para olvidar. Ocultar para borrar.
Una búsqueda personal hecha de pocas certidumbres y de muchas preguntas, a menudo sin respuesta. Preguntas que nos permiten entender la relación que construimos con el pasado y cómo ésta define nuestro presente.
Una película que, en definitiva, habla de cada uno de nosotros.

“CUCHILLO DE PALO” nace como reacción y necesidad de enfrentarse con la rabia y el dolor al constatar la ignorancia ante la evidencia, como necesidad de filmar para hacer existir y como compromiso con la realidad.
En casa del abuelo herrero, Rodolfo fue “el cuchillo de palo”. Durante la dictadura cualquier persona que pensara o fuese diferente era reprimida. Una vida de silencio incluso en la familia. “CUCHILLO DE PALO” es un proceso interno e intenso en busca de la aceptación y la reconciliación. La aceptación de Rodolfo, pero también la del padre, de la sociedad y de la Historia en el intento de reconciliarnos con nuestro pasado.
Hacer recordar a quien se encuentra frente a la cámara, contraponiendo sus voces a los recuerdos confusos y fabuladores de la infancia. Buscar entre las palabras de quien habla o evita hablar, la reconstrucción de la figura del perseguido, del ocultado, del “anormal” y a través de ello capturar la imagen de una sociedad que estuvo y sigue encerrada en una cierta intolerancia, el silencio, la pasividad.
Filmar el presente para recuperar un pasado que nos permita entender un poco mejor el lugar de donde provenimos y poder aceptar lo que somos. La vida se descubre hecha de sombras pasadas que terminan por darle sentido, si aceptamos que estamos hechos, consciente o inconscientemente, de las huellas de la historia, la familia y la sociedad.
Basculamos entre la recuperación de un episodio bastante desconocido de la Historia y una historia personal, que se revela universal. Porque más allá del pasado del Paraguay, se trata de una inmersión en la diferencia del otro y por el camino una reconciliación con lo que uno ha construido de sí mismo.
Finalmente todos tenemos que aprender a convivir con nuestros fantasmas.

No hay comentarios: