Diremos los cronistas que Aleksandr Sokurov ha cerrado una tetralogía con Lennin, Hitler e Hiro Hito. Diría Besson que ellos no cierran nada y que procuran hacer cine de autor cuando pueden. Como este agotador, húmedo y táctil Fausto de Johannes Zeiler, que empieza preguntándose por el alma y acaba vendiéndose el destino eterno por la lujuria, el dinero, el poder y la comida suculenta. El diablo como Sokurov, sabe cual es su pecado en el film, el comerciar intelectualmente con los placeres frugales, y sabiéndolo lo abraza y acepta el infierno cinematográfico, Por su fotografía meticulosa y espesa que diseña la historia casi a dos niveles, convierte el film en un exhaustivo ejercicio de atención, de ver y sentir. El cineasta ruso ofrece un film grandioso como una opera, pero también inusual como un lipdab, enorme que no pedante, trágico que no grotesco. Como los interpretes Anton Adasinsky, Isolda Dychauk y Georg Friedrich.
domingo, 4 de marzo de 2012
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