Podía haber sido otra buena adaptacion de la novela negra de los 50, de los detectives con despacho de ventanas con arco y persianas bajadas. Pero el productor de Mulholland drive, Tony Krantz, se le ha ocurrido debutar como director inyectando luces azules no frost a una inverosímil historia, llevando al hombre de la gabardina y el sombrero caído al desierto de la ciencia ficción, total por un puñado de diamantes. Ondas y partículas, espectadores y monólogos se pierden en el espacio sideral y apenas tienen tiempo de regresar. Antonio Banderas desquiciado entre el detective privado y el científico sin presupuesto buscador de novias perdidas, nunca llega a saber si sangra o no.Phillippe Marlowe moriría de nuevo si viera hacer el amor con un enano albino, strippers con partículas atómicas tatuadas en el pecho, boxeadores expresidiarios rusos que no pasan por la puerta, James Van Der Beck empastillado. Sam Elliot repeinado de científico, Autum Reeser o Sienna Guillory. Ah!, y T Kretschmann de contrapeso. Alguien debería pedir perdón, en la semana del libro y ahora si, a Raymond Chandler de este intento-apagón de abusar de su obra literaria que recomendamos encarecidamente..
lunes, 21 de abril de 2014
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