sábado, 22 de noviembre de 2014

Un suave olor a canela

Una joven creadora de espacios visuales acostumbrada a observar a los otros como parte de su trabajo. Para ella, la realidad se ha convertido en un lienzo en donde los personajes actúan una vida. Graba el mismo encuadre con su videocámara: la calle frente a su apartamento donde hay un restaurante italiano. Al poco tiempo conoce al propietario del negocio. Él es su antítesis, perfectamente adaptado a la vida cotidiana y consciente de su propia dimensión social. Según su directora y guionista Giovanna Ribes, "las referencias visuales y de intención son un tributo a los mundos que Andrei Tarkovsky creó con su teoría fílmica esculpir el tiempo, y a Michelangelo Antonioni, con sus personajes masculinos ignorantes perdidos a su suerte, ciegos a su destino y con sus mujeres omniscentes que observan todo; o a sus herméticas imágenes de un tiempo vacío, espacios mudos y anécdotas minúsculas. Paisajes desoladores donde no hay espacio para la vida y aquellas cosas que tienen color no coinciden con los colores de la vida real (hierba negra, colores extraños en los troncos de los árboles)". Uno puede ver lo que los protagonistas desean pero, la mayor parte de las veces, ellos renuncian o no tienen la voluntad de de conseguirlo debido al "lastre" de sus experiencias pasadas.Dos mundos: . En un mundo el blanco predomina. Todo su apartamento es blanco. Solo la cámara, las cintas y ella misma tienen otro color. En sus paisajes o su trabajo visual se refleja el mundo como lo haría Antononi. Sin embargo, su visión cambiará reflejando su viaje interior. En el mundo del joven, el tono cromático es excesivamente cálido: rojos, verdes y luces ámbar que también sufrirán una metamorfosis mientras él acompaña a la mujer en su viaje al otro lado, mezclándose ambos para alcanzar la otra dimensión en los que los dos mundos están destinados a entenderse.

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