domingo, 22 de febrero de 2015

El libro de la vida

Ni siquiera en nuestra vida hay animales tan raros.Decían unos amigos que odian a todo tipo de animal que hable. Básicamente por que como Jorge R Gutierrrez, (Carmelo, el torero que moría de noche en la arena), solamente les hacen decir banalidades y chistes fáciles. Un abuso de la acción pretendiendo conseguir continuos climax, canciones de festival de la pereza de escuchar y pretensiones de fabular el tiempo con un libro que nada tiene que ver con el de la selva. Anacronismo recalcitrante en la visión estereotipada el día de los muertos mexicano, donde según creencias dividen el universo entre los vivos. los recordados y los olvidados, no precisamente de Buñuel. En un exceso de amor por la cultura popular de sus país, quizá el productor Guillermo del Toro debería haber intervenido antes. Homenaje continuo a Pinocho, con replicas horrorosas y dificultades para sintonizar con las almas del mas allá, tipo mito de Orfeo, con unos mariachis detrás. Con la exuberancia habitual criolla, el film cruza demasiadas veces el cristal repleto de postales turísticas exóticas, con colorido tan excesivo que oculta y disimula imperfecciones de presupuesto. Aporta además un triángulo amoroso, insólito en este tipo de producciones animadas que puede convertirse en el Grey particular de esta franja de edad. El especial libro lo encuentran los chicos en un museo de la mano de una guia. Los muchachos son un torero que quiere ser músico, un soldadito valiente y una joven independiente objeto de su amor, antes del giro burtoniano de novias cadáver.

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