Andrei Konchalovsky puede ser banal (Tango y Cash) o melancólico, tierno y socialmente critico con nuestras formas de vida. Su filmografia esta repleta de paisaje y esplendor de lo esencialmente ruso, pero igual puede también quedarse en la superficie de la realidad y abandonar el camino iniciado del misticismo. El cartero, aun a plena luz de la luna, no encuentra esta vez el sendero en el que pueda mejorar su atavica vida.Los habitantes del lago Kenozero viven del mismo modo que, durante siglos, vivieron sus antepasados. En esa pequeña comunidad, donde todos se conocen, sólo se produce lo necesario para sobrevivir. Las comunicaciones con el exterior se realizan gracias a la lancha del cartero, pero cuando les roban el motor de la embarcación y, la mujer que ama se escapa a la ciudad, nuestro protagonista emprenderá un viaje de autodescubrimiento que le ayudará a comprender que no hay nada mejor que el hogar. El realizador se aleja del estilo del cine contemporáneo, lleno de estímulos y velocidad, para proponernos un viaje introspectivo a una de las zonas más aisladas de la Rusia Continental. En ella, Konchalovsky detiene prácticamente el tiempo para dedicarse a la contemplación y agudizar el oído para escuchar los susurros de la naturaleza. La historia está basada en la vida real de los habitantes del pueblo, que se convierten en improvisados actores y se interpretan a sí mismos en la película. La cinta, fue seleccionada para el 71º Festival Internacional de Cine de Venecia, en el que ganó el León de Plata a la Mejor Película Ecológica
viernes, 14 de agosto de 2015
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario