viernes, 8 de febrero de 2019

Beast

Beast, el primer filme de Michael Pearce, explora el animal salvaje que hay dentro del ser humano, camuflándolo de asfixiante cuento de hadas.

Ubicada en el canal de la Mancha, al oeste de las costas de Normandía (Francia), se encuentra Jersey, la más grande de las islas del Canal, dependencia de la Corona británica. Durante los 60, la isla fue testigo de la macabra maldad de Edward John Louis Paisnel, violador en serie que pasaría a ser conocido como “la bestia de Jersey”.
Los ecos de esta historia perturbaron la infancia de Michael Pearce y ahora, décadas después, se sirve de ella para su debut como director en Beast.
La sociedad retratada por Pearce ofrece, en cierto modo, reminiscencias a películas emblemáticas como la oscarizada Déjame Salir (2017).
Este thriller psicológico empieza presentándonos una clara analogía entre las ballenas asesinas y Moll, la joven protagonista interpretada por una perturbadora Jessie Buckley, que parece haber nacido este papel. La analogía de la que hablamos se torna patente durante los primeros minutos de Beast en los que el director nos contextualiza. Al igual que esas bestias marinas por las que afirma sentir atracción, va enloqueciendo en la cautividad que supone su hogar, con una madre tirana y un padre aquejado de una enfermedad mental.
La aparición de Pascal (un más que convincente Johnny Flynn que recientemente ha confirmado que dará vida al icónico David Bowie en la película Stardust) es clave para el desarrollo de la trama, pues será el motor que impulse a la joven a desafiar las marcadas reglas sociales no sólo de su familia, sino de la comunidad isleña que la rodea. El intenso amor que pronto surge entre ambos personajes se verá obnubilado por la sospecha que caerá sobre Pascal tras una serie de brutales asesinatos.
Beast logra introducir en este thriller elementos del género romántico que, lejos de resultar impostados, constituyen escenas de calidad tanto visual como narrativa. En el elemento del suspense, Pearce también sabe cómo hacer que resulte inevitable, como espectador, jugar a un quién es quién mental a medida que la trama avanza, gracias a algunos giros bastante efectivos y a una cámara que nos sirve de lupa.
El primer trabajo del director supone una nada desdeñable opera prima que explora la humanidad desde su óptica más salvaje a partir de una estructura que, imitando al ser humano, presenta dos facetas diferenciadas entre la lógica y la visceralidad mediante contraposiciones que van desde el plano visual  hasta lo formal y narrativo, especialmente en una secuencia final que, de nuevo, provocará dos escenarios opuestos tras los títulos de crédito: o un montón de palabras, o absolutamente ninguna.

No hay comentarios: