Desde que comenzó su carrera como cineasta, Valeria Bruni Tedeschi ha configurado cada una de sus películas como una especie de exorcismo personal. Los elementos autobiográficos son la base de sus historias, en las que, a través de sus avatares personales, sus romances y sus rupturas, nos adentramos en su espacio más íntimo en el que laten sus inseguridades, su sentimiento de culpa por pertenecer a una clase privilegiada y también el dolor y la muerte relacionada con el fallecimiento de su hermano, plasmado en su anterior obra.
En esta ocasión, la cineasta vuelve a autoanalizarse para escarbar en la trastienda de su familia disfuncional, decadente y repleta de neurosis para configurar un microcosmos que parece sacado de una obra de Chéjov, con discurso de clases incluido y una reflexión sobre la crisis de identidad. Valeria muestra una especial habilidad para combinar la ligereza con la gravedad, lo luminoso con una insondable oscuridad emocional, lo cotidiano con la más absoluta extravagancia y la lucidez instantánea con las miserias ancestrales que reconcomen a los personajes. Una obra excéntrica, repleta de humor e inteligencia, pero también de dolor y crueldad, de desorientación vital y vacío existencial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario