Mateo Gil (Nadie conoce a nadie), guionista de Amenabar, nos cambia la glorificacion y nobleza del mítico Butch Cassidy en Dos hombres y un destino, por la leve moral de un pistolero, sus culpas y su falta de arrepentimiento. Así su interés por definir bien y mal, por criticar unas vidas errantes, se diluye en la obsesión por narrar una leyenda inventada. Ni el físico ni lo lacónico de la interpretación de Sam Shepard, superviviente en Bolivia, ayudan al igual que la geografía boliviana, ha mantener la cadencia genuina del western tradicional. Las intenciones quedan claras, cuando Cassidy, en vez de atracar un banco, retira dinero de su libreta de ahorros. Melancolía del épico cine de los 60 en el guión de Miguel Barros, pero sin sentimiento. Todos los tópicos del genero quedan interpretados por los agotados por su destino Eduardo Noriega, Stephen Rea o Magaly Soliar, que envejecen miserablemente en la desesperanza.
sábado, 2 de julio de 2011
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