Tras el shock por la pérdida, el director barcelonés quiso llevar la historia del crimen a la pantalla. La policía interrogó a la mujer y al suegro de su hermano muerto, director de una sucursal bancaria, pero el juez archivó el caso por falta de pruebas. Lo sucedido daba para una intriga policial, pero dos años después, elaborado el duelo, optó por enfrentarse a la tragedia desde otro ángulo. «No quería hacer un docudrama o un filme de denuncia sino un homenaje a una persona extraordinaria. Quería que la película respirara su espíritu y la escribí desde el amor, no desde el resentimiento y la tristeza», sostiene el director.
En la narración, Berraondo vierte sus experiencias emocionales en su álter ego y protagonista: Xavi (Marc Cartes-Ventdelpla) y resucita a su hermano Jordi (David Selvas-La riera) para especular sobre los límites de la locura y la dicotomía ficción-realidad. La trama cuenta cómo Xavi, atrapado en una crisis vital, empieza a recibir llamadas del difunto y a citarse con él. En este punto el espectador puede no entender nada. Su delirio y su encuentro con una joven esquizofrénica, Azucena (Mercè Llorens) –personaje inspirado en enfermos mentales de Radio Nikosia– le llevarán a cuestionar su cordura y a replantearse el sentido de la vida.
«Fantaseo –explica Berraondo– sobre qué pasaría si cuando morimos nuestros mundos se fragmentaran en dos realidades: en una estaríamos muertos y en otra seguiríamos vivos entre los nuestros». Una disociación, añade, que abordan algunas culturas y que sufren los esquizofrénicos cuando, incapaces de aceptar la realidad, construyen una ficción paralela.
Valentia del autor en esta obra que no consigue escapar a las convenciones del genero.
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