El joven cortometrajista Lorenz Merz (Un día y nada) afronta su debut en el largometraje con Cherry Pie, una cinta con una marcada personalidad (no obstante, Merz también firma el guión y la fotografía) que, aprovechando la estructura del subgénero de road movies, nos invita a presenciar el viaje tanto físico como emocional de su protagonista. Con la imagen y la música como principales motores de la historia, Merz nos cuenta un lírico relato de transformación y de búsqueda de la identidad perdida.Zoé no es una mujer feliz. Cansada del infierno de su hogar, decide iniciar un viaje sin retorno hacia el norte en cuyo transcurso va dejando atrás asfixiantes aglomeraciones y gasolineras anónimas. Convertida en un pasajero inadvertido, prácticamente invisible, Zoé se embarcará en un ferry en el que, de repente, una misteriosa mujer desaparecerá sin dejar rastro. Después de vestirse con el abrigo de un enigmático desconocido, Zoé cruzará el canal para adentrarse en territorio inexplorado.
Lolita Chammah (Adiós a la reina) se convierte, como Zoé, en el eje principal de Cherry Pie. La actriz compone un personaje a través de cuyos ojos se articula toda la historia. Convertida en una figura irreal, casi fantasmal, en un viaje a través de un paisaje desolador, la protagonista se enfrenta a un entorno prácticamente privado de presencia humana que favorece su transformación interna y en el que la palabra queda relegada a un papel más que secundario.
Lolita Chammah (Adiós a la reina) se convierte, como Zoé, en el eje principal de Cherry Pie. La actriz compone un personaje a través de cuyos ojos se articula toda la historia. Convertida en una figura irreal, casi fantasmal, en un viaje a través de un paisaje desolador, la protagonista se enfrenta a un entorno prácticamente privado de presencia humana que favorece su transformación interna y en el que la palabra queda relegada a un papel más que secundario.
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