No podían faltar en estas fechas los títulos de muertos, brujas, cadáveres cementerios. Gritos, sobre actuaciones, giros de guión inimaginables, miedos supuestos y ruidosos intentan crear tensión donde no la hay. Hector Hernandez Vicens, nos ahorra buena parte de ello, dejando el metraje inteligentemente en 76 minutos, pues el cadáver de Anna no da para mas. Con medios muy austeros, el film se permite comenzar de una manera y dirigirse rápidamente a otra dirección. En su primer largo, el director nos propone una fiesta en un deposito de cadáveres de un hospital con el enfermero de turno y dos amigos, alrededor del cuerpo inerte de una conocida actriz. Pero uno de ellos, aprovechado la charanga, quiere violar el cadáver. Y aquí se inicia el descenso a los infiernos de los enloquecidos y adrenaliticos miembros de la juerga, Alba Ribas, Cristian Valencia, Bernat Saumell y Albert Carbo, en manos de un realizador que domina mas la imagen y la narración que a ellos. La maldad enfermiza, también "vive" en las morgues, esta en los cadáveres y viaja en ambulancia. Hay intimidad en la violación de un cadáver, cuando es famoso y ha jugado con la popularidad de un cuerpo. Se puede abusar de la belleza muerta. El mito de las estrellas es inviolable, Hay amor igual en la frigidez que en rigor mortis, aquí el rigor Moritz. Son cuestiones que quizá gracias al film se plantee si no se marcha antes dejando el frío horror en una mesa de aluminio.
domingo, 1 de noviembre de 2015
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