El Medio Oeste de Estados Unidos es una tierra supersticiosa en la que muchos de sus habitantes viven creyendo en posesiones, presencias sobrenaturales y casas encantadas. Un territorio oscuro y desconocido de la América profunda en el que el tedio y el aislamiento pueden llevar a su gente a explotar en cualquier instante y de la forma más violenta e inesperada. Dos conocidos como Spirit Doctors, se encargaban de ayudar a personas perturbadas por episodios sobrenaturales en Indiana. Michael había dejado el negocio de lo 'paranormal' y tiene un buen trabajo, pero decide ayudar a Josh con un último caso de forma extraordinaria.
Cuando un espectador acude a ver una película firma un contrato con la historia que se va a proyectar. Este acuerdo simbólico consiste en un olvido temporal de que todo lo que va a ver y oír es ficción, una especie de suspensión de la lógica incredulidad ante relatos, imágenes y sonidos que escapan de nuestro mundo real.
Con los géneros, sin embargo, se crean una serie de códigos que el espectador acaba reconociendo por su reiteración a lo largo de todas las épocas. Al ver una película encuadrada en una de estas categorías, se produce un inmediato recuerdo de una experiencia ya vivida.
El género de terror es uno de los que, quizás, más adolece de este efecto. En los últimos años la cartelera se ha visto plagada de títulos con códigos similares, lo cual clasificaba y prejuzgaba cualquiera de las nuevas réplicas y minimizaba su efecto.
Indiana trabaja en esos márgenes, tomando elementos y convenciones aisladas, y utilizándolas a favor de la historia que desea plantear. Este relato de los Spirits Doctors, dos hombres dedicados a la limpieza de los efectos negativos provocados por lo sobrenatural, busca una inmediata aceptación del espectador de que todo lo que plantea es real, intentando así maximizar su potencial.
Para ello comienza jugando, precisamente, con las convenciones de otro género: el documental. Mediante una serie de entrevistas de personas desconocidas (alejándolas del rol de actores ante la cámara) pretende rodear al mundo que configura de una veracidad que juega en los límites de lo real.
Aquí empiezan los problemas de la película, pues trata de definir a estos personajes como entidades complejas, cada uno con diferentes problemas personales, dándoles un background a esas figuras extrañas, incluso freaks, de doctores de lo paranormal. Esta profundidad se muestra, sin embargo, en breves pinceladas de poco más de un par de escenas, ya que el resto dibujan (mas acertadamente) la relación entre los protagonistas. Al final, el tiempo dedicado a formar la personalidad, historia y círculo de ambos es insuficiente, y la información que se ofrece resulta confusa, e incluso desconectada de la trama principal. Por otro lado, la subtrama principal, que acaba conectando con dichos protagonistas, también se presenta de forma inconexa, poco detallada y con escenas algo repetitivas e innecesarias, que únicamente tratan de sostenerse sobre el difícil equilibrio del misterio ante un espectador que termina por cansarse de intentar descubrir qué ocurre ante la falta de pistas.
La película de Toni Comas dibuja, por tanto, una serie de interesantes elementos alrededor de una trama sencilla que, en definitiva, es lo menos importantes. Unos actores entregados hacen un buen trabajo para moldear personajes de cuya vida querríamos saber algo más, especialmente en el caso del protagonista. La última subtrama, relacionada con éste, presenta con pocos y confusos detalles esbozos de una historia que, sin duda, podría haber sido mucho más interesante que todo el resto de la narraci