sábado, 27 de abril de 2019

Buñuel en el laberinto de las tortugas

Una cinta de anime con un dibujo muy sencillo que no deja nada bien al maestro Buñuel. Salvador Simo  adapta para el rodaje el nombre de Fermin Solis, responsable de  los dibujos que nos revelan una relacion nada recomendable con la mujer del cineasta, asi como su dificil relacion con Acin i Unik a los que utiliza para reconstruir una nada agradable del film documental.  Es la preparacion, los preparativos del rodaje en 1930.  y que fue vetado por el gobierno de la republica por sus crueles imagenes. LasHurdes como metáfora de la España paupérrima, anclada en un pasado remoto. Las Hurdes en contraposición con la España moderna (convulsa y contradictoria también, por supuesto) de la II República. El documental ‘Las Hurdes: tierra sin pan’ que marcó a Luis Buñuel tras su fulgurante arranque de su carrera en el cine con ‘El perro andaluz y ‘La edad de oro’ se revisita en el Festival de Málaga. Tras su éxito de proyección en certámenes internacionales, ‘Buñuel, en el laberinto de las tortugas’ se estrenó en salas con ganas de encontrar para el director (un loco genial) un nuevo público. Se ha elegido la animación y funciona como una película de buenos personajes. Una cinta que permite conocer a uno de los mejores directores de la historia del cine, un innovador que creó un lenguaje rompedor.Cuenta esta historia quién era Buñuel, con varios flash-back a su Calanda natal, también a París, pero sobre todo la del anarquista Ramón Acín, el gran amigo del cineasta, quien financió el documental tras haberle tocado 20.000 pesetas en la Lotería Nacional. “Cuando mi padre hablaba de Ramón se le cortaba la voz. Tenían entre ellos una amistad increíble”, le dijo Juan Luis Buñuel, el hijo de Luis, antes de morir hace unos años, a Salvador Simó, el director de la película de animación, que firmo acompañado de un sombrero y su jet-lag.
Acín cumplió la promesa de pagarle la película si conseguía el premio. Y este hombre amante de la palabra servía como contrapunto de Buñuel hasta tal punto que en la cinta crece para situarse en un plano mucho más protagonista del que en principio había diseñado Simó. “Él es todo genio, con sus contradicciones, con sus pasados y sus complejos”.El poder de la animación permite contar las cosas con otro ángulo. Aquí también con la figura omnipresente (con su ‘autoritas’ e motor de su vocación artística) del padre; y esos mundos oníricos y el surrealismo que tanto compartió con Salvador Dalí. En este documental Buñuel se aleja de la inevitable influencia de Dalí en ambos planos: el de la amistad y el cinematográfico.
“Cuando mis abuelos me contaban cuentos antes de acostarme, la mente ya estaba predispuesta a crear un mundo que no existe. Con la animación pasa lo mismo: estás proclive a que te presenten un mundo increíble”.
Se trata de una película, ya vendida a 35 países, que funciona con tres planos diferenciados y al mismo tiempo interconectados. Primero: lo que ocurría en ese momento en Las Hurdes, un lugar donde las familias conviven en el mismo espacio con animales, donde se despeñan las cabras y las cabezas de gallos se cortan de cuajo. Una tierra sin pan donde el panadero era quien mendigaba los mendrugos de pan que luego repartía. Y con cadáveres en la calle. 
Segundo: la representación dramática que Buñuel ideó y plasmó en su obra, una denuncia política de lo que pasaba en aquel momento en el que solo la burguesía iba al cine y estaban acostumbrados a ver en la pantalla historias de ellos mismos. Por primera vez se da voz a los que no la tienen.
Tercero: lo que Simó ha logrado captar tras visionar una y otra vez, tanto el documental como los descartes. “En algunas partes hemos hecho una deconstrucción, intentando analizar los planos y cómo los pudo rodar Buñuel. No quería hacer un documental al uso, sino contar una historia de amistad y que el espectador pudiera empatizar con lo que estaba viendo”.Las Hurdes continúa siendo un lugar misterioso. Como recuerda Sergio del Molino en su capítulo ‘Tribus no contactadas’ de su exitoso ensayo ‘La España vacía,’ ya en 1846 Pascual Madoz definía a los habitantes de Las Hurdes como “raza degenerada e indolente”, “borrón de la civilización española”, “salvajes” e “inmorales”. “Las Hurdes eran la medida de todas la miserias, todas las regiones presumían de sus propias Hurdes”.


Y Simó, al igual que Dalí, se da cuenta hablando con las gentes de Las Hurdes lo sorprendente del espacio físico donde se encuentra, donde para el ver el cielo hay que levantar la cabeza, los valles te encierran y la claustrofobia puede aparecer. “Puede resultar como una cuna, que te protege y arropa”.

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