En su segundo largometraje como realizador, Fernando Bernués (Mi querido Klikowski) adapta la novela de Bernardo Atxaga en la que dos amigos de la infancia se reencuentran para recordar viejos tiempos. La nostalgia de saber que nunca se podrá recuperar lo que se ha perdido envuelve El hijo del acordeonista, una película que transcurre entre presente y pasado para hacer una radiografía de la historia reciente del País Vasco, marcada por la posguerra, la dictadura, el terrorismo y la violencia. A través de los ojos de su protagonista, un joven cuya inocencia se pierde en medio de un entorno convulso, la cinta analiza, más desde la emoción que desde lo histórico, el contexto social, político y cultural que marcó a varias generaciones de vascos. Aitor Beltrán (Ola de crímenes) e Iñaki Rikarte (Operación Concha), en su versión adulta, y Bingen Elorza (Bi anai) y Cristian Merchan (Lasa y Zabala) en la juvenil, interpretan a esos dos hombres que terminarán por ajustar cuentas con una época turbia y el silencio colectivo que acalló su amistad durante un cuarto de siglo. Les acompañan el ganador del Goya Eneko Sagardoy (Handia) y Josean Bengoetxea.
Un joven tuvo que abandonar el País Vasco a mediados de los 70 debido a la presión de su entorno, que le acusaba de traidor. Los años pasaron y, a pesar de asentarse y tener una buena vida en California, nunca consiguió deshacerse del peso de la culpa. Incluso en sus últimos días de vida, esto todavía le inquieta. Joseba Altuna, amigo suyo desde la infancia, se reencontrará con él para despedirse, pero también para ajustar cuentas con el pasado y hacer que ambos se enfrenten, por fin, a la verdad.
Un joven tuvo que abandonar el País Vasco a mediados de los 70 debido a la presión de su entorno, que le acusaba de traidor. Los años pasaron y, a pesar de asentarse y tener una buena vida en California, nunca consiguió deshacerse del peso de la culpa. Incluso en sus últimos días de vida, esto todavía le inquieta. Joseba Altuna, amigo suyo desde la infancia, se reencontrará con él para despedirse, pero también para ajustar cuentas con el pasado y hacer que ambos se enfrenten, por fin, a la verdad.
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