El guión es como una bomba de presión cuando se desencebolla, cuando pierde intensidad, cunado busca su razón de ser en la angustia, y construido con argumentos erróneos, sobre un hecho acontecido en verano del 2001.
Y los que no debían haber dejado nunca el vampirismo adolescente son Robert Pattinson, Emilie de Ravin, Chris Cooper y el pobre Pierce Brosnan, que siendo todavía el político de Polanski, al menos se deja en paz el flequillo, las cejas y los morritos alrededor de una colilla recitando chistes tan graciosos como si James Dean resucitara. Olvidame crepúsculo.
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