Desde
Shine,
Scott Hicks no
había vuelto a explorar la
sensibilidad.
Aquí la
pierde en el momento en que el hijo adolescente se empieza a quejar de su abandono, o la mama que coquetea en la escuela con un viudo. El
aburrimiento que empieza apoderarse de la sala solo es
remontable agarrándose al esfuerzo de
Clive Owen,
Emma Booth y
George Fraser que ponen alguna cosa mas
que su
profesión de actores.
Drama sobrio como demuestran las relaciones padre hijo ante la noticia de la muerte materna y que es recibida con naturalidad, haciendo un montón de preguntas intrascendentes mientras sigue jugando.
Historia real no muy original de un hombre viudo que ha de aprender a convivir con su hijo huerfano, sino con otro de una esposa anterior que ahora vuelve a su lado.
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