Cuando la vulgaridad es artificiosa, porque y por tanto gratuita y molesta, acaba distanciando al espectador. Ser antipático no es malo del todo siempre que no nos obliguen a hacer buenas migas con el personaje. Y a ello es a lo que juega Leslye Headland con su guión de abortos, bulimias y suicidios para intentar dotar de alma a sus vacías protagonistas. Muñecas de guiñol, huecas como las burbujas de gas carbónico y predecible como el policía que acaba siendo streaper. Es incomprensible que se mantenga la relación desde el instituto entre las tres pijas bienestantes y una inocente gordita diez años después de grosería y desfachatez constante. Si querían hablar de la inmadurez a los 30, no eran Kirten Dunst, Isla Fisher y Lizzy Caplan y Rebel Wilson las adecuadas para protagonizar una noche loca antes de casar a su amiga. Todo el abanico de escatologías con sus líquidos empezara con la rotura del traje de novia que tratara de ser reparado urgentemente. Mezcla de todo el genero con drogas, con visos de feminidad y coincidente con la época que nos ha tocado vivir en el cine. Recordemos que Bachelorette, es la obra de teatro de la propia directora.
sábado, 5 de enero de 2013
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