Si una de las obsesiones del cine americano son los asesinos en serie, también los son las sectas, aunque hay que decir que por una vez Paul Thomas Anderson va un poca mas allá. Lo consigue enfrentando en un dialogo interpretativo, entre melancólico e iracundo en los años 50 al notable Philip Seymour Hoffman y Joaquin Phoenix, dando paso a una generación obsesiva aun mas inquietante si cabe. Un predicador salvaje y un vendedor de humo, no sin claras referencias religiosas. Representantes de dos mundos que viven en el mismo y acaban por encontrarse sin conseguir reinventarse. Anderson quiere conseguir ofrecernos su verdad, injerirnos frialdad y huir de la ficción. A mi me ha dado pereza reconstruir en un master a este personaje desvalido veterano de guerra reconvertido en líder de una secta. Ambos protagonistas se funden en la confusión de crear una nueva fe, entre filosofia y esoterismo que llaman la causa como podrían llamarla Bankia. Amy Adams y Laura Dern se reconocen en este cine siempre abstracto de Anderson (Sidney, Pozos de ambición, Magnolia) esta vez con una grandilocuente coz a las religiones, todas los son, sectarias. Exhaustos ante tanto sentimiento vertido en la nada, podremos atisbar perplejos que en el film hay belleza, poesía y una trama con fuerza envuelta de un cierto misterio,
martes, 8 de enero de 2013
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