Celebremos la vuelta de los hermanos Coen al cine de amarga comicidad, oscura sonrisa y dolorosa mala leche como el dolor que infligen ambos a sus protagonistas. Honestos en las intenciones y devastadores en las resoluciones. Otra vuelta de tuerca a su imaginacion y estructura narrativa especialmente en las torturas que infligen a Michael Stuhlbarg, hombre que se debate entre el intento de vivir rectamente pero al limite del abismo de lo irracional y el desorden. Desafiando el significado mismo del judaismo y su sufrimiento ancestral, el protagonista encarna un discurso universal, aquel en el que nos ocurren cosas atroces sin ninguna razon aparente, como no sea un dios cruel y caprichoso que hace caso omiso a nuestras acciones que no obstante estas si dan sentido y tienen consecuencias en nuestra vida.
Acusados de misantropos desde su universo durante toda su carrera, se defienden en el film plagiando la paranoia biblica de Job. Nadando en la originalidad, llevando al limite su histeria y sabiendo que la farsa daña muy poco o nada diciendo todo lo que quiere. El cine, su cine tiene este poder, magico y mitico, que sin llegar a ser cine de terror, es de lo mas sociologicamente tremebundo que hemos visto. Asi actuan, Richard Kind, Fred Melamed y el susodicho Larry.
lunes, 11 de enero de 2010
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