jueves, 9 de agosto de 2012

Chris Marker

Otro dia os aburrire con mis 50 veranos sin Marilyn. Hoy quiza es mas oportuno recordar al desconocido Christian François Bouche-Villeneuve (Chris Marker), nacido en (Neuilly-sur-SeineFrancia29 de julio de 1921 - ParísFrancia29 de julio de2012) fue un escritorfotógrafo y director de cine francés, a quien se atribuye la invención del documental subjetivoComenzó su trabajo como parte del grupo de la rive gauche francesa, paralelo pero distinto de la nouvelle vague, con la que compartirían temas y trabajos más tarde. Su obra —casi invariablemente documental, con la única excepción de la pieza de ciencia ficción La Jetée— ha resultado influyente, pero casi desconocida para el público masivo. La Jetée, Sans Soleil y sus ensayos fílmicos sobre Akira Kurosawa, AK, y Andrei Tarkovsky, Une journée d'Andrei Arsenevitch, son los más accesibles y fáciles de conseguir.
Además del relativo hermetismo de sus trabajos, el desconocimiento acerca de la figura de Marker ha sido alimentado por él mismo; se ha negado casi sistemáticamente a conceder entrevistas, y se divierte ofreciendo versiones contradictorias acerca de los eventos de su vida y juventud. Como anécdota, cada vez que alguien le solicita una fotografía suya para ilustrar un reportaje, un libro o una entrevista, Marker envía, si es que envía, una foto de su gato preferido. Comenzó a trabajar en cine a comienzos de los años '50; su primer trabajo conservado es Olympia 52, un documental sobre los Juegos Olímpicos de Oslo 1952 que dirigió, guionó y rodó en 16 mm él mismo, con producción de Anatole Dauman. No sería hasta un año más tarde en que produciría su primer obra verdaderamente influyente, el cortometraje Les status meurent aussi, codirigido con Alain Resnais —quien, junto con Marker y Agnès Varda formaba el núcleo de la rive gaucheLes statues... fue una obra pionera del anticolonialismo, explorando a través de una intensa narración en off el destino de las obras de arte africanas asimiladas al circuito de la explotación comercial en Europa, sin que las acompañase el esfuerzo por reproducir y conservar el entorno cultural que las produjera. Introducidas a la fuerza en un sistema cultural en el que la relación con el objeto artístico es la de contemplación desinteresada, los objetos de arte de África atraviesan una transformación que las separa de su contexto original, en el que formaban parte de las prácticas sociales y rituales de los nativos; a su vez, su transformación transforma la vida de los africanos, que producen sus objetos al ritmo y gusto que les impone su comercialización por los colonizadores blancos. Resnais y Marker combinaron en la obra los temas culturales de la crítica al etnocentrismo con la marcada politización que caracterizaría al cine de este último en adelante. Acusaba la influencia del museo imaginario teorizado por André Malraux; por medio de la idea de que el sistema colonial se autolegitima políticamente, al mantener un punto de vista anti-histórico sobre las tradiciones y el patrimonio de los pueblos de los que se adjudica la administración, la película unía en un mismo movimiento la denuncia del imperialismo cultural y la crítica de las disfunciones económicas derivadas de ese tipo de régimen. Fue por ellocensurada en Francia durante bastante tiempo.
Dos años más tarde, volvería a colaborar con Resnais en una de las obras maestras de este último, asistiéndole en la dirección de Noche y niebla, sobre guion de Jean Cayrol, quien había estado prisionero en un campo de concentración durante la guerra. El documental, de estética mesurada, no se concentra en el horror visceral de la guerra y el exterminio, como haría luegoShoah, sino que explora, mediante el montaje de material de archivo, los medios que el régimen desarrolló para hacer invisible esta experiencia; la niebla del título alude tanto al sigilo con que tenían lugar las deportaciones a los campos como al voluntario velo que el pueblo alemán echó sobre la degradación a la que sus vecinos y compañeros fueron sometidos.
Tras un hiato de unos años, Marker regresó a la dirección plasmando sus experiencias políticas y etnográficas en los países revolucionarios en sendos documentales sobre China y la Unión SoviéticaDimanche à Pekin (1956) y Lettre de Siberie (1957). Con estos trabajos desarrolla la que será la impronta de su obra posterior: el comentario en off, el montaje dialéctico al modo deSergéi Eisenstein —una escena de Lettre de Siberie honra las teorías soviéticas sobre el montaje reproducido tres veces consecutivas la misma acción, acompañándola una vez de comentario pro-soviético, una segunda de uno no comprometido, y finalmente de uno santisoviético—, la yuxtaposición de pasado y presente, la documentación fílmica de las contradicciones —entre innovación y tradición, o entre esperanza y represión— en la línea de su filiación política; la producción de Dauman le daría gran libertad para desarrollar un lenguaje fílmico propio. Proseguiría su trabajo en esta línea en Description d'un combat (1960), sobre el conflicto israelí, y ¡Cuba sí! (1961), una mirada amable pero preocupada sobre la Cuba inmediatamente posterior a la revolución. Durante esos años, escribió además guiones para un documental sobre Django Reinhardt, el premiado documental L Amerique insolite de su compatriota François Reichenbach y otros cortometrajes.
Su reconocimiento internacional le llega con el cortometraje La Jetée (1962), que cuenta experimentos científicos sobre viajes en el tiempo en un mundo post-apocalíptico. Sirvió de inspiración entre otros a Terry Gilliam en Doce monos.
En 1977 Marker termina de montar Le Fond de l'air est rouge (El fondo del aire es rojo, también conocida internacionalmente como A grin without a cat), una de sus obras más ambiciosas, en donde disecciona los movimientos sociales que surgieron en muchos países del mundo a finales de la década de 1960, además de reflexionar, una vez más, sobre las imágenes y la memoria.
En 1982Sans soleil supera los límites de lo que se puede llamar "documental". Se trata de un ensayo, de un montaje que une partes de documentales y de ficción con comentarios filosóficos, con, lo que genera una atmósfera onírica y de ciencia-ficción. Los principales temas son el Japón, la memoria y el viaje. El título de la película está tomado de un ciclo de canciones de Modest Mussorgsky.
Con Sans soleil, muestra su interés hacia la tecnología digital, lo que le llevará a dirigir la película Level 5 (1997) e IMMEMORY (1998), un CD-ROM multimedia interactivo, producido por el centro Georges Pompidou.
En el terreno político, todas sus películas están comprometidas, son una revolución (en el sentido más amplio): habla de Pekín, de Cuba, de la Siberia comunista; de la lucha contra la opresión: guerra, conflictos, VietnamBosnia; de la lucha sindical y obrera: le joli mai (crónica moral y sociológica sobre el París de los años 60, que es una especie de anticipo de los acontecimientos demayo de 1968, pero cuyo tema es la percepción de la independencia de Argelia en la metrópoli y el proceso contra los generales que participaron en el intento de golpe de estado de Argel que se desarrolló en París en mayo de 1962.
Como director, a menudo se relaciona a Chris Marker con Andrei Tarkovsky y Akira Kurosawa, a los que filmó en sus películas. Chris Marker vivió en París sus últimos años de vida y no solía conceder entrevistas.
Sus películas se proyectan en Francia con regularidad, y unas quince de ellas se pueden ver en el Forum des images de modo permanente. Me gustaria que la Monroe tuviera este mismo reconocimeinto.
Akira Kurosawa (Kyūjitai: 黒澤 , Shinjitai: 黒沢 , Kurosawa Akira?, 23 de marzo de 19106 de septiembre de 1998) fue uno de los más célebres directores de cine de Japón. Comenzó su carrera con Sugata Sanshiro (La leyenda del gran Judo), dirigió más de 30 películas, entre ellas algunas tan conocidas como Los siete samuráis, Rashōmon o Dersu Uzala. En 1990 recibió un Óscar honorífico por su trayectoria.
Infancia y juventud
Akira fue el más joven de los ocho hijos de Isamu y Shima Kurosawa, quienes vivían en un suburbio de Tokio. Shima Kurosawa, la madre, tenía cuarenta años cuando nació Akira, y su padre Isamu, cuarenta y cinco. Akira Kurosawa creció en una casa llena de parientes, ocupada por sus padres, uno de sus hermanos mayores y tres de sus hermanas. De los hermanos restantes, uno había fallecido antes de que naciera Akira, y otros dos (uno de los hermanos y una de las hermanas) ya se habían independizado.
Su padre era el director de un instituto del ejército japonés, y la propia familia Kurosawa descendía de una línea de antiguos samuráis. Desde el punto de vista económico, su situación era superior a la media. Kurosawa era un admirador de la cultura occidental, tanto en los programas deportivos que organizaba, como en su afición al cine, que acababa de ser introducido en Japón en aquella época. Incluso cuando más adelante la cultura japonesa renegó de las películas occidentales, siguió pensando que constituían una experiencia educativa positiva.
En la escuela primaria comenzó a dibujar bajo la tutela de un profesor que se interesó por su talento. Su hermano mayor, Heigo, tuvo también un profundo impacto en él: Heigo era muy inteligente, ganó varias competiciones académicas, pero tenía también lo que podría denominarse un "lado oscuro" o "cínico".
En 1923, el gran terremoto de Kantō destruyó Tokio y mató a más de 100.000 personas. Heigo, de 17 años, y Akira, de 13, pasearon juntos entre la devastación. Los cadáveres de humanos y animales se apilaban en cualquier rincón. Cuando Akira intentó apartar la vista, su hermano Heigo le obligó a sostenerla. Kurosawa recordaría más tarde que esta experiencia le enseñó que mirar de frente a lo que lo aterraba, era el modo de vencer su propio miedo.
Heigo pronto comenzó una carrera en los cines de Tokio como benshi, o narrador de películas mudas para el público japonés. Sin embargo, con la llegada del cine sonoro, el trabajo de los benshi comenzó a desaparecer, lo que llevó a Heigo a intentar organizar una huelga que fracasó. Akira también estaba implicado en las luchas de sindicatos, escribiendo varios artículos para un periódico, al mismo tiempo que perfeccionaba su destreza como pintor. A pesar de estas actividades, que el mismo calificaría de "imprudentes" más adelante, nunca se consideró a sí mismo como un "comunista".
Cuando Akira acababa de cumplir los 20 años, su hermano Heigo se suicidó, y cuatro meses más tarde murió el mayor de sus hermanos, dejando a Akira como el único hijo varón sobreviviente. La hermana inmediatamente mayor de Akira, a la que él llamaba "pequeña hermana mayor", también había muerto repentinamente cuando él sólo tenía diez años de edad.
El comienzo de su carrera
En 1938 Kurosawa se enteró de la existencia de un programa de aprendices de director, en un gran estudio de cine, Nikkatsu. Fue contratado y trabajó como ayudante del director Kajiro Yamamoto. Después de su debut tras las cámaras con Sanshiro Sugata (La leyenda del gran judo), sus siguientes películas fueron cuidadosamente supervisadas por el belicista gobierno japonés, e incluyeron frecuentemente temas nacionalistas. Así por ejemplo, Ichiban utsukushika (La más bella) era una película de propaganda sobre unas mujeres trabajando en una fábrica militar. También la segunda parte de la saga de "el gran Judo" ha sido interpretada como una película explícitamente anti-estadounidense, por retratar al judo japonés como superior al boxeo estadounidense u occidental.
En cambio, su primera película post-bélica, Waga seishum ni kuinashi (No añoro mi juventud) es crítica con el anterior régimen japonés, ya que trata sobre la mujer de un disidente izquierdista, arrestado por sus tendencias políticas.
En Vivir (Ikiru), por ejemplo, Kurosawa critica fuertemente a los funcionarios publicos y sus políticas, así como la forma en que malgastan el tiempo. Kurosawa hizo muchas otras películas que trataban del Japón de su tiempo, en especial Yoidore tenshi (El ángel borracho) o Nora inu (El perro rabioso). Sin embargo, sería una película de género policial, Rashōmon la que le haría conocido internacionalmente, al ganar el León de Oro en el Festival de cine de Venecia en 1951.
Kurosawa, director de cine
Kurosawa tenía una técnica cinematográfica propia, que desarrolló en la década de 1950, y que le había dado a sus películas un aspecto único.
Le gustaba emplear lentes de teleobjetivo, por el modo en que aplanaban el encuadre y porque creía que situando las cámaras lejos de los actores se lograban mejores interpretaciones.
También le gustaba usar varias cámaras al mismo tiempo, lo que le permitía filmar un mismo plano desde distintos ángulos.
Otra peculiaridad del estilo de Kurosawa era el empleo de los elementos meteorológicos en sus películas, como la fuerte lluvia en la escena inicial de Rashōmon y en la batalla final de Los siete samuráis, el calor intenso en El perro rabioso, el viento helado en Yojimbo (El mercenario), la lluvia y la nieve en Ikiru (Vivir) o la niebla en Kimonosu-jo (Trono de sangre).
Akira Kurosawa era también conocido como Tenno (literalmente, "El Emperador"), por su estilo dictatorial como director. Era un perfeccionista que dedicaba enormes cantidades de tiempo y esfuerzo para lograr el efecto visual deseado.
En Rashōmon, por ejemplo, tiñó el agua con tinta negra para lograr el efecto de lluvia intensa, y terminó empleando todo el suministro de agua de la zona para crear una tormenta. En Trono de sangre, en la escena final en la que Toshiro Mifune es alcanzado por las flechas, Kurosawa empleó flechas reales disparadas por arqueros expertos desde cerca, que se clavaron a sólo unos centímetros del cuerpo de Toshiro Mifune. En Ran hizo construir todo un castillo en las laderas del Monte Fuji, sólo para quemarlo hasta los cimientos en la escena clímax de la película.
Otras historias similares sobre el perfeccionismo de Kurosawa hablan de que mandó que se invirtiera el sentido del flujo de un arroyo, para lograr un mejor efecto visual, o que hizo eliminar el tejado de una casa (para tener que reponerlo después) sólo porque le pareció que la presencia de ese tejado estropeaba una breve secuencia filmada desde un tren.
Su perfeccionismo también se manifestaba en su elección del vestuario: le parecía que dar al actor un traje recién hecho, restaba autenticidad al personaje. Para solucionarlo, repartía el vestuario a los actores semanas antes de la filmación, y les obligaba a usarlo diariamente para "establecer un vínculo" con la ropa. En algunos casos, como en Los siete samuráis, en el que la mayor parte del reparto eran granjeros pobres, se instruyó a los actores para que se aseguraran de desgastar y destrozar la ropa antes del rodaje.
Kurosawa también pensaba que una música "acabada" no pegaba en el cine. Al elegir una pieza musical para acompañar a una escena, solía reducirla a un solo elemento (por ejemplo, sólo trompetas). Únicamente al acercarse el final de sus películas se escucha música más "acabada".
Influencias
Un aspecto notable de las películas de Kurosawa es la amplitud de sus influencias artísticas. Algunas de sus películas son adaptaciones de obras de William Shakespeare: Ran está basado en El rey Lear, y Trono de sangre en Macbeth, mientras que Warai yatsu hodo yoku nemuru, (Los canallas duermen en paz) tiene ciertos paralelismos con Hamlet, aunque no está claro que se base en ella.
Kurosawa también dirigió adaptaciones de obras literarias rusas, incluyendo El Idiota de Fiodor Dostoievski o Donzoko (Los bajos fondos) una obra de Máximo Gorki. Ikiru (Vivir) trata hasta cierto punto las mismas cuestiones que el cuento, o novela corta, de León Tolstoi La muerte de Iván Ilich. Algunos de los hilos argumentales de Barbarroja pueden encontrarse en Humillados y Ofendidos de Fiodor Dostoievski.
Tengoku to jigoku (El infierno del odio) toma ideas de la obra King's Ransom del escritor policíaco estadounidense Ed McBain, Yojimbo (El mercenario) guarda relaciones con La Cosecha Roja de Dashiell Hammett y también en los western.
El perro rabioso se inspira en las novelas de detectives del belga Georges Simenon.
El germen de Los siete samuráis se encuentra en la tragedia clásica griega de Esquilo Los siete contra Tebas.
El director estadounidense John Ford también tuvo una importante influencia en su obra
Aunque algunos críticos japoneses acusaron a Kurosawa de ser "demasiado occidental", también estaba profundamente influido por la cultura de su país, sobre todo por el teatro Kabuki y Noh, y del género Jidaigeki del cine japonés.
Su influencia
Sus películas han tenido una gran influencia en el cine mundial, y todavía inspiran a muchos directores.
Por ejemplo, se han hecho muchas versiones distintas de Los siete samuráis en diversos géneros cinematográficos, como el western, la ciencia ficción o el cine de artes marciales.
Las revisiones más importantes de esta película, que mantienen la estructura narrativa básica, incluyen Los siete magníficos, dirigida por John Sturges en 1960, Beach of the War Gods de 1973, Battle Beyond the Stars de 1980 (cuyo título se tradujo al español como Los siete magníficos del espacio), Mundo Salvaje, dirigida por Lee Katzin en 1988, o Saat Hindustani de 1969, dirigida por Khwaja Ahmad Abbas y en la que debutó Amitabh Bachchan.
Hay otras películas que se basan más libremente en el original de Kurosawa, incluyendo Los tres amigos o Bichos. Además, esta película también ha inspirado dos películas de Hollywood y numerosas novelas, entre ellas la quinta novela de la serie La Torre Oscura de Stephen King, titulada Los lobos de Calla.
Igualmente, una escena de Conan el bárbaro (concretamente aquélla en que el narrador de la historia carga con las armaduras de los guerreros muertos y las ofrece a Conan para la batalla final de la película) parece estar inspirada en aquella otra del clásico de Kurosawa, en que los campesinos rescatan las armaduras de samuráis muertos, para poder enfrentarse a la nueva amenaza que se cierne sobre ellos.
Rashōmon también fue revisitada por Martin Ritt en su película de 1964 The Outrage, titulada en español Cuatro confesiones.
Las películas de Kollywood (filmadas en tamil) Andha Naal (1954) y Virumaandi (2004), emplean también recursos narrativos similares a los que Kurosawa emplea en Rashōmon.
Yojimbo (El mercenario), por su parte, es la base de la película de Sergio Leone Por un puñado de dólares, la protagonizada por Bruce Willis titulada Last Man Standing (El último hombre) o el drama urbano de Boaz Yakin, Fresh.
Kakushi toride no san-akunin (La fortaleza escondida) es una influencia reconocida en las películas de la saga La Guerra de las Galaxias de George Lucas, en particular en los Episodios IV (Una nueva esperanza) y VI (El Retorno del Jedi), y sobre todo en los personajes de C3PO y R2D2. Lucas también empleó en su saga la técnica cinematográfica de transiciones empleada por Kurosawa.
Rashōmon no sólo logró hacer conocido el cine japonés en todo el mundo, sino que dio nombre a un tipo de narrativa fragmentada e inconsistente, conocida como el efecto Rashōmon.
Además está considerada la primera película judicial de la historia del cine.
Ran (japonés:, que significa caos, miseria) es una película japonesa de 1985 escrita y dirigida por Akira Kurosawa.
Es un Jidaigeki (un drama japonés) que muestra la caída de Hidetora Ichimonji (Tatsuya Nakadai), un señor de la guerra de la Era Sengoku que decide abdicar en favor de sus tres hijos. Tras llevar a cabo esta decisión, su reino se desintegra debido a las luchas de poder entre su prole, que tratan de asesinar a sus rivales. Hidetora enloquece tras ver como masacran a su séquito en la escena central de la película. A medida que el reino se desmorona y los señores de la guerra rivales entran en guerra, el clan de los Ichimonji se hunde en la culminación de la venganza y la traición, en la que se ajustan viejas cuentas. La historia está basada en leyendas del daimyō Mori Motonari así como en la tragedia shakespeariana El rey Lear.
Ran fue la última gran película épica de Kurosawa. Con un presupuesto de 12 millones de dólares, fue la película japonesa más cara jamás producida.[1]
Kurosawa dirigiría otras tres películas antes de morir, pero ninguna tan grandiosa. La película fue aclamada por sus poderosas imágenes y el uso del color. El diseñador de vestuario Emi Wada ganó un Oscar al mejor diseño de vestuario. La banda sonora, escrita por Toru Takemitsu, suena aislada, con el sonido de la escena enmudecido–particularmente cuando el castillo de Hidetora está siendo destruido. El filme recibió además 25 premios más.
Según Stephen Prince, Ran es "una crónica del ansia implacable de poder, la traición al padre por parte de sus hijos, y las omnipresentes guerras y asesinatos, que destruyen a todos los personajes protagonistas.".[]
Es un relato acerca de la caída del antaño poderoso clan Ichimonji después de que su patriarca Hidetora tome la decisión de dar el control de su reino a sus tres hijos: Taro, Jiro y Saburo. Taro, el mayor, recibe el prestigioso Primer Castillo y se convierte en el líder del clan Ichimonji, mientras que a Jiro y a Saburo se les concede los castillos Segundo y Tercero, respectivamente. Jiro y Saburo tienen que apoyar a Taro, y Hidetora les ilustra esta orden mediante la imagen de un haz de flechas.[3] Hidetora seguirá siendo el líder oficial y mantendrá el título de Gran Señor. Saburo critica la lógica de su padre. Hidetora consiguió su poder mediante la traición, le dice, y sin embargo espera que sus hijos le sean leales. Hidetora confunde este comentario con una amenaza y, cuando su sirviente Tango sale a defender a Saburo, les destierra a ambos.
Ran es una palabra japonesa que significa caos o desorden. Con el caos sobrevolando los cielos de este drama épico, la película se convierte en una tragedia sobre el poder, sobre la ambición y la estupidez de los hombres que luchan y guerrean. De esta forma, Kurosawa proseguía su tono sombrío y de marcada raiz existencialista en una filmografía tan dilatada como coherente.
Casi 10 años tardó Akira Kurosawa para poder realizar Ran . En 1975, comenzó a estudiar la época en la que finalmente iba a transcurrir la película, el siglo XVI, y a preparar los bocetos y los dibujos sobre el vestuario y los decorados. No fue hasta 1983 que Kurosawa encontró un productor que le ayudase a llevarla a cabo (si Kagemusha (Idem, 1980), su anterior film, necesitó la ayuda económica de George Lucas y Francis Ford Coppola, Ran tuvo que contar con el muy generoso apoyo de Serge Silberman, habitual colaborador de la última etapa de Luis Buñuel) . El film fue uno de los más caros realizados hasta la fecha fuera del circuito hollywoodense (cerca de 12 millones de dólares). La dirección artística fue mimada de manera especial. Por ejemplo, la réplica del castillo medieval, construido en piedra y madera, que arde hasta los cimientos costó más de un millón de dólares (unos 275 millones de pesetas de aquella época).
Sobre la época en la que se enmarca el film, Kurosawa explicaba que había sido una etapa más libre, en la que los hombres estaban menos controlados. Si a un samurai no le gustaba su señor, podía abandonarlo. Eso le permitía poder desarrollar los caracteres de sus personajes a su antojo. Además, en el siglo XVI también existía un gran sentimiento estético pues los hombres se preocupaban por la belleza y quería rodearse de objetos hermosos.
La película está inspirada en la tragedia de Shakespeare El rey Lear a pesar de que nació como una reflexión sobre Motonari Mori, un señor feudal japonés al que la unificacón de su país cogió demasiado viejo como para jugar un papel decisivo. La obra del dramaturgo inglés cuenta la guerra fraticida de las tres hijas del rey Lear cuando éste decide dividir su reino entre ellas. Kurosawa cambia en su historia a las tres protagonistas de Shakespeare por tres hombres que traicionan su fidelidad a su padre por causa de las conspiraciones de las mujeres que les rodean. Ran se adentra en la historia del Japón, entre los años 1467 y 1582, cuando los diferentes clanes del país libraban encarnizadas luchas para salvaguardar su poder feudal. Un gran señor, Hidetora Ichimonji (Tatsuya Nakadai), decide ceder su poder al llegar a la vejez. Delante de los principales vasallos reparte los tres castillos de su propiedad entre sus tres hijos: el mayor, Taro; el mediano, Jiro; y el menor, Saburo. Éste último rechaza esta decisión pues cree que sus otros dos hermanos rivalizarán por conseguir el total del poder. Herido en su orgullo, Hidetora le deshereda y le expulsa de su territorio. Mientras, sus hermanos Taro (alentado por su mujer Dama Kaede –personaje inventado por Kurosawa que nos evoca a Asaji, la protagonista femenina de Trono de sangre (Kumunosu djo, 1957)–, que desea vengarse del clan Ichimonji por haber matado a su familia) y Jiro se alían para derrocar a su padre. Hidetora abandonará su casa y vagará medio loco por sus antiguos dominios. A partir de aquí, se suceden las batallas, las intrigas, las rencillas, las muertes.
Akira Kurosawa preparó minuciosamente todos los detalles del film y volvió a demostar su dominio de la planificación y la puesta en escena, dando especial relevancia al uso del color. El maestro japonés quería reproducir los colores del siglo XVI japonés, haciendo hincapié sobre todo en el vestuario. En las batallas, atribuyó un color a cada una de las partes enfrentadas, para no confundir al espectador y otorgando también una cierta simbología con los caracteres que representaban. Como en toda su filmografía, los escenarios y los personajes forman una asociación indisoluble. Así, el hijo mayor utilizaba el color amarillo, un color que no es neto, como su propia personalidad. Las tropas de Saburo, el menor de los hermanos, llevan banderas azules, en un tono que produce calma. Finalmente, el rojo de Jiro clama su vengativa sed de sangre.
El tratamiento de la imagen es cuidadoso no sólo por lo que respecta al vestuario y a los decorados. Cuando la luz natural que Kurosawa quería no era la adecuada, se paraba el rodaje hasta que el realizador consideraba que se lograba la óptima.
La interpretación de los actores no está relacionada con el teatro clásico japonés. Los movimientos de los personajes están condicionados, no por reglas teatrales, sino por el formalismo y el código de la buena educación del siglo XVI. Este código lo reglamentaba todo: cómo sentarse, cómo moverse, dónde colocar el sable, etc.. En este aspecto, como en tantos otros, Kurosawa fue inflexible. De hecho, la escena en la que la dama Kaede presenta a su cuñado el casco de su marido asesinado exigió varias semanas de preparación porque previamente hubo que enseñar a la actriz cada movimiento, obligarla a poseer un dominio perfecto de cada uno de sus gestos. Especial atención merece el trabajo de Tatsuya Nakadai, en una interpretación tan alucinante como emotiva.
Por otro lado, Ran no traiciona al espectáculo. Probablemente porque su presupuesto no permitía un drama intimista y porque el propio Kurosawa ya había aprendido del precedente que supuso Kagemusha . Así, el director nipón mantiene las expectativas lidiando con una brillante coreografía de masas y colores, especialmente significativa en el asalto del castillo, donde la música fúnebre de Tore Takemitsu es el único acompañamiento (como si se tratara de cine una película muda) de unas imágenes llenas de brutalidad y violencia. Kurosawa juega magistralmente con las formas y los colores. El sentido plástico de estas escenas y el brillante uso del color, también admirable en las secuencias intimistas, acaban por otorgar todo su valor a esta obra maestra. La plástica de Ran es fascinante y roza la perfección. Las secuencias de las batallas no sabemos si nos sorprenden más por su dureza o por la belleza de su composición.
El empaque estético, el rigor de la ambientación, con trajes de colores de la época y ruidos directos de sus movimientos ceremoniales, la pausa intensa e interior del drama y la composición visual de los planos, los suaves travellings laterales que subrayan determinadas acciones, la profundidad de campo... hacen que la historia que se nos cuenta adquiera una singular elegancia. A pesar de las dos horas y media de su metraje, éste no se hace largo ya que la belleza de las situaciones se combinan sin pausa con las acciones de exterior e interior y los diálogos. Tras una escena apabullante, que nos deja agitados en la butaca, llega otra no menos fascinante.
Temas tan, aparentemente, grandes como el poder, la guerra, los sentimientos humanos y sus contradicciones son testimoniados de tal forma por Kurosawa que logran que la espectacularidad de la cinta esté ceñida a las exigencias de aquello que se narra. El espectáculo está al servicio de la historia y no al revés. Sin ir más lejos, Kurosawa se sirve de miles de extras para las escenas de las batallas pero es capaz de desprenderse de ellos para mostrarnos la crudeza de la guerra y mostrarnos el caos a partir de planos en los que vemos los golpes de las patas de los caballos en tierra. Una lección de cine que, una vez vista El último samurai (The last samurai, 2003. Edward Zwick), parece que hoy en día ha caído en saco roto,
Anoche tuve la oportunidad de ver una increíble película de Kurosawa, una de ésas que llaman "de culto". Bueno: siempre que opto por Kurosawa, sé que me va a remover algo muy profundo, muy dentro de mí misma. Este director japonés es así: o se le ama, o se le odia: no hay término medio. Hay que decir de él que dirigió más de 30 películas, entre ellas, algunas tan conocidas como "Los siete samuráis", "Rashōmon", o la magnífica e intimista "Dersu Uzala: el cazador".

Este hombre contaba que en 1923, cuando tuvo lugar el gran terremoto que destruyó Tokio, y con tan sólo 13 años, tuvo que pasearse con su hermano Heigo, de 17, por mitad de toda esa devastación, intentando apartar la vista de los muertos... Pero su hermano Heigo le obligaba a mirar, y más tarde reconoció que ese trauma le permitió, durante todo el resto de su vida, mirar de frente lo que le aterraba, como modo de vencer su propio miedo.

Además de su peculiar estilo, hay que decir que Kurosawa estuvo muy influido por la cultura occidental, que tanto admiraba... En cuanto a "Ran" (que en japonés significa algo así como "caos"), fue la última película épica del director. Se trata de un drama que muestra la caída de Hidetora Ichimonji, un septuagenario "Señor de la Guerra" de la Era Sengoku, que decide abdicar en favor de sus tres hijos. Tras llevar a cabo esta decisión, su reino se desintegra debido a las luchas de poder entre su prole. Hidetora enloquece, y el clan de los Ichimonji se hunde definitivamente en la culminación de la venganza y la traición, en la que se ajustan viejas cuentas.

Poderosas imágenes; un uso alucinante de la cámara; la utilización de elementos atmosféricos como base para representar simbólicamente los sucesos que han de ocurrir, y también de los colores de las armas de los tres hijos (amarillo para representar la sed de riquezas; rojo para el poder, el sexo y la sangre; azul, simbolizando el intelecto) y del resto de personajes. Se nota claramente la inspiración sobre la obra de Shakespeare para la realización de esta epopeya, concretamente "El Rey Lear". Apunto, para subrayar la idea de drama implícita en esta colosal obra, que incluso la esposa de Kurosawa murió durante la producción de esta película, aunque Kurosawa apenas quiso parar un día el rodaje por motivos de luto.

Me quedo de "Ran" con una serie de ideas fundamentales que me están dando vueltas en la cabeza en los últimos tiempos, y que esta película me acaba de poner delante de los ojos, a la manera de colofón final... Los personajes parecen, todos ellos, sumidos en una especie de maldición vital indescriptible. Pareciera que cabalgan constantemente dentro de los límites de su propio infierno. Víctimas, y a la vez verdugos, no son golpeados por un destino inexorable desplegado por los dioses en venganza o por mero juego, sino que, por el contrario, cosechan simplemente el resultado de sus propios actos. De esta regla general se excluyen algunos personajes, como los de la joven Sué, que abraza la religión budista con devoción, en un intento de aceptación de su destino trágico (aunque al final también sufre en sus carnes las consecuencias de la maldad ajena), y su hermano músico y ciego (un personaje espeluznante, con una caracterización y estética casi de manga, y que pienso que puede ser el alter ego del propio Kurumada, prácticamente ciego ya cuando dirigía esta película).

La escena final, en la que este flautista ciego pierde la imagen del Buda compasivo y protector que le confía su hermana, es conmovedora y llena de significado (o eso se me figura a mí). Pareciera como si el ser humano, ciego a su pesar, perdiera toda capacidad de redimirse por su empeño loco en avanzar a tientas hacia cualquier abismo.

En otro orden de cosas, la escena del ataque al tercer castillo me parece de una maestría incomparable. Las nubes que Kurosawa hace representar, cada vez más ominosas, muestran la evolución de la situación desde la estabilidad y el orden, al caos más absoluto y sin sentido (aparentemente, ya que los actos de la mayoría de los personajes son los que determinan su caída, su miseria y su desesperación final). La constante presencia en muchas partes de la película de lo que ayer dimos en llamar "cigarras samuráis", con su chillido agudo y constante, parecen pronosticar el avance de las fuerzas del mal, de la muerte, con su ímpetu cada vez más siniestro. La tensión entre el deber, y los deseos y sentimientos de los personajes, es otra de las constantes de esta película.

"Ran" muestra cómo los conflictos familiares, el egoísmo, el odio, la ambición desmedida y el afán de venganza pueden arrasar con todo, aunque se parta de una situación privilegiada en un principio... Me vinieron a la cabeza muchos, muchos casos de conflictos familiares terribles que, por un motivo u otro, han llegado a mis orejas. Gentes que se consideran víctimas de su propia familia, de sus propias circustancias vitales.., sin darse cuenta de que quizá cosechan aquello mismo que anteriormente han sembrado (en esta vida, o en otras). Sólo queda, pues, la libre elección del saber actuar honorablemente en ésta (ya le destierren o no a uno, ya le mancillen o no a uno).., o elegir caer, nuevamente, en esa espiral terrible de karma, de dolor, sangre y destrucción.

Un ejemplo de ello es el personaje de la pérfida Kaede, simbolizada por la estatuilla de una zorra, que únicamente vive con el propósito de devolver el daño que a ella misma le ha sido inflingido, causando su propia perdición y la de todo el clan. Hidetora, el protagonista, camina todo el rato por su propio infierno como reflejo de una existencia erigida sobre la guerra, el odio, la destrucción y sus innumerables crímenes. El hijo mejor, Saburu, aparentemente representa el triunfo de la inteligencia sobre toda esta locura, aunque al final también cosecha, de rebote, el resultado de la maldad de otros. Y el personaje de Kyoami, el bufón, ingenioso, sarcástico y malicioso, vestido con los colores del arcoiris, permite la expresión perfecta de todo el enorme potencial dramático de Kurosawa; es como una muestra de la lucidez de la mirada externa del director en medio de tanta locura, pavor y sangre.

El loco que no es loco y que también es una víctima de las circustancias, y aún de sí mismo... El terrible sino del hombre atado a un cruel amo, a un tirano devastador, henchido y ahíto de su propio poder.., y que acaba volviéndose más loco que el payaso que le pertenece. Bufón hombre-mujer, que encarna en su propia miseria el destino de aquellos que no son capaces de elevarse por encima de la espiral del Samsara.., que no son capaces de trascender su propio destino.

Hacía mucho, mucho tiempo que no veía una película de esta maestría... Un aplauso cerrado por la espléndida "Ran", de Kurosawa, que en un alarde de inspiración, quiso mostrar al mundo la futilidad de la propia vida, a menos que alcancemos la trascendnecia.

.

No hay comentarios: