domingo, 6 de diciembre de 2015

El puente de los espias

Cuarta colaboración entre Steven Spielberg y Tom Hanks de nuevo con éxito sin precedentes. Nadie como este genio del cine logra apasionar con cualquier tema, sea bélico, fascineroso, o romántico. Nadie como Spielberg domina el ritmo de un film, se adapta al aspecto comercial sin menospreciar su contenido social y moral, retrata las atmósferas que rezuman honestidad y disfruta además como un enano realizándolo, según afirma Hanks. Hanks es el abogado defensor del espía, James Donovan, integro de hierro en su convicciones, tenaz, que te atraviesa con su limpia mirada, en un duelo donde son mas importantes los valores espiados que los protagonistas en si, la ley y la justicia y sobre todo los prejuicios sociales. Ya en una segunda parte, entramos en el juego en que nada es lo que parece, donde las apariencias y los trucos continuos deben conducirnos a ese puente de Berlin donde se intercambian detenidos de la guerra fría. El film tiene sus momentos dreams y transmite emociones como si el espía estuviera salvando al soldado Ryan o en la lista de Schlinder. Uno de estos momentos es cuando los niños goonies saltan una reja símbolo del muro ya derribado. La historia es tan pura que soporta las veleidades de los guionistas, hermanos Coen o las propias intromisiones del director que quiere dejar sus mensajes contra el caos del clima, las nucleares o las ideas políticas, pero como maestro lo hace sin abusar de sentimentalismos ni simplezas. Y todo sin violencia. El mayor mal vislumbrado en el film es un resfriado del protagonista, un Rudolf Abel que interpreta de Oscar, Mark Ryalance. Sin preguntas pueriles o absurdas, sin acusaciones, sin buenos ni malos da por cerrada la ultima guerra fría conocida. Cumplir la ley después de aprobarla (Lincoln), es el objetivo. Una secuencia inicial que es un  manual del cine de virtuoso, donde el miedo y la magia, bailando se adentran en el submundo del espionaje. Un canto a la libertad entre la sospecha y la mentira. El hijo de Hanks es el niño que seriamos todos en los 50 y la esperanza de un futuro que no fue. Futuro que contemplan también Amy Ryan, Austin Stowell y Scott Shepherd. 

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