Había nacido en Barcelona un mes antes de que estallara la sublevación militar que provocó la Guerra Civil. El recuerdo de aquella guerra marcó buena parte de su filmografía. Seis de sus mejores trabajos versan sobre el conflicto. El primer acercamiento fue España otra vez (1969), con la colaboración de Román Gubern y de Alvah Bessie, que había sido voluntario de la Brigada Lincoln y uno de los Diez de Hollywood castigados por su presunta pertenencia al Partido Comunista. Y a pesar de que la película fue seleccionada por el Festival de Cannes, no dejó por ello de sufrir los rigores de la censura.
No fue este el único encontronazo que Jaime Camino tuvo con ella. El de Las largas vacaciones del 36 (1976) fue aún mayor: “Del ministerio llamaron al Festival de Cannes pidiendo que ellos mismos la censuraran, y el festival se negó a hacerlo. Cuando se presentó en el de Berlín, fue premiada, un detalle que las autoridades españolas quisieron ocultar”. A los censores les indignó especialmente la secuencia final, en la que las tropas franquistas y la caballería mora entraban en Barcelona, o mejor, en el pueblecito en que se desarrollaba la acción: “El periodista y mediador de la censura Carlos Sentís tuvo parte de culpa. Fui a verlo y me dijo que todo era mentira, que no era cierto lo de la caballería mora y que había en la película un abuso de banderas republicanas”. El caso es que Las largas vacaciones del 36 a punto estuvo de no poder verse en España. Camino rememoraba que Manuel Vázquez Montalbán la había definido como una “urgente necesidad pública por lo que tiene de normalización del derecho a la libertad de memoria histórica”.
Camino recordaba los rodajes de otras de sus películas fundamentales, como Dragón Rapide (1986), la primera de ficción que se atrevió a encarnar a Franco, responsabilidad que recayó en el actor Juan Diego (“me admiró su rigor”); El largo invierno (1991), relato de una familia dividida por la guerra vista a través del sirviente, que interpretaba Vittorio Gassman, a quien Camino evocaba con cariño (“estaba deprimido, se había hecho viejo, pero fue estupendo trabajar con él”); la película experimental sobreGarcía Lorca El balcón abierto (1984), con guion de Caballero Bonald, y los documentales La vieja memoria (1978), “la mejor reflexión que desde el cine se ha hecho nunca sobre la guerra española”, como se escribió en su momento, y el estremecedor Los niños de Rusia (2001), repaso a las vivencias de aquellas niños evacuados en 1937 que crecieron y vivieron en la Unión Soviética. Fue su última película.
En 1960, antes de hacer cine, escribió su primera novela, La coraza,que presentó al Premio Nadal, pero que permanece inédita. Y en 1996 publicó Moriré en Nueva York, que iba a ser originalmente un guión para el cine, “pero cuando iba por la página 40 me di cuenta de que me salía una novela, y continué adelante. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero en aquel momento preferí las mil palabras”.
En nuestra relajada conversación se mezclaron temas y recuerdos de forma espontánea, como los comentarios sobre los inicios de su carrera cinematográfica, amparada en lo que en los años sesenta se llamó “la escuela de Barcelona”, que se enfrentaba al cine de Madrid, “que olía a cocido”. Ya entonces decía Camino que lo que hacían en Barcelona “era aburridísimo, no lo veía nadie”. Suyas fueron entonces Los felices 60 (1963), historia de una mujer casada que encuentra su auténtico amor en el contexto en una sociedad reprimida a pesar de la eclosión turística; Mañana será otro día(1966), que era “muy desenfadada, muy loca”; Un invierno en Mallorca (1969), sobre los amores adúlteros de Chopin y Georges Sand y el rechazo social que sufrieron, o Mi profesora particular(1973), con un jovencísimo Serrat como actor, cuyos “aditamentos pilosos preocupaban mucho a los productores, cuando lo importante es que era un actor insuficiente”.
Con mayor o menor acierto en todas aquellas películas, Camino se empeñaba en plasmar de forma crítica aspectos de la España del momento. Fue un director de cine noble y sólido. De su ciclo sobre la Guerra Civil se ha dicho, con razón, que constituye en su conjunto la aportación más relevante que cualquier cineasta español haya hecho sobre este acontecimiento histórico. La seva filmografia es Dragon rapide 1986 , El balcon
abierto 1984, El llarg
hivern 1992, Els nens de
Rusia, 2001, España otra
vez 1969, La campanada 1980, La vieja
memoria 1977, Las
vacaciones del 36, 1976, Llums i ombres 1988, Mi profesora
particular 1973, Los felices 60 (1963). Mañana será otro día (1967). Un invierno en Mallorca (1969).
Despres d'aquesta entrevista del País crec, afegire jo la mitja dotzena de records que tinc d'ell, tots magnifics i entranyables. Com deia ell haviem establert una extranya relacio entre director i critic. El vaig coneixer en un dinar de presentacio d'alguna película seva on varem sortit a parlar de Dragon Rapide i de la que jo vaig fer un comentari critic. Va dir "Este no sabe que la película es mia". Mes endevant ens varem trovar a la plaça de Salamanca, on Torrente Ballester proclamava la hispanitat de la llengua castellana envoltat de centenars de banderes espanyoles. Haviem dinat amb Mariano Barroso i l'endema o varem fer amb la seva intel.ligent esposa i el seu fill , Teo, a qui dedica Llums i ombres. Per pair ho tot varem donar comte d'un cochinillo a casa Victor. Em varen portar a Valladolid amb cotxe on presentava els nens de Rusia. I recordo, tambe amb ell, un berenar en una tasca amb Eduardo Noriega. Els nostres camins es van tornar a trovar al demanarme 10 pel.lícules per una presentacio al Santander. A canvi em va convidar a sopar a un restaurant de moda de la Diagonal. Pero el mes intens van ser els dies al festival de Troia on li feien un homenatge. El Barça guanyava lligues a Tenerife, el Mateus Rose desaparexia i tancavem les matinades escribint cartes imaginaries a la platja amb aquella directora venesolana de futur tan complicat. El recordo cridant enfurismat en mig de la projeccio del homenatge per la mala qualitat crec que del so i aturant l'espectacle. Se que va voler convertir alguna amiga meva en estrella del cine i no revelare aquell lloc de l'emporda que no volia dir a ningu perque ens hi trovariem tots. Fa pocs dies escoltava la presentacio que generosament em va fer del meu llibre Criticules i pelitiques al Palau Macaya i que amb rigurositat i molt criteri varem preparar al bar que ell sempre feia servir per reunirse a la Diagonal. Un cassette entranyable i el record mes viu que tinc d'ell, pel.lícules a banda. Llegia el seu llibre Morir en nueva York i seria una pel-lícula extraordinaria, L'enfermetat el va anar consumint i de mica en mica fensse fonedis de les nostres vides. Ha estat sens dubte, del membres d'aquesta raça que son els directors de cine que m'he sentit mes proper i mes "estimat". Llargues vacances Jaime.
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