Descubren ahora algunos, que para Rocky Balboa, o ahora Donnie, era mas importante el motivo de las bofetadas, que la técnica de la lucha. Si acaso no fuera así, se encarga Silvester Stallone de transmitir a su pupilo este sentimiento, en una interminable agonía de despedidas en las que al único que ha dejado es al guión que no firma por una vez. Aunque Michael B. Jordan lo esta ganando todo en combates, el reconocimiento artístico, nostálgico y divino van para el veterano y curtido actor. Renqueante por la artrosis recuerda aquel Rambo mas joven que regresaba a casa. Ryan Coogler hace bajar el filme del cuadrilátero y sin tirar la toalla, la utiliza no solo para secarse el sudor, sino también el dolor y la pena de dejarlo, en un largo y sentido luto. A la pesadez de los golpes de los pugiles pesados, se une con una fluidez inusual, la critica a un deporte complicado y sucio que en si mismo no lo es. Stallone, quiera el o no, queramos nosotros o no,es antiguo. Entrena ahora al que fuera hijo de su rival y amigo Apollo Creed y si queda ahí, es un correcto y sentido, profundo y entusiástico despido de la serie que empezó no lo olvidemos en 1976. Coogler ha trabajado inteligentemente, para esquivar el duro comienzo de la carrera boxistica de los protagonistas y llegar aun final que en principio no vaticina otra secuela sin sentido. Siete veces se ha calzado Sylvester los guantes. Sus 40 años de carrera son admirados, con tristeza por el abandono y la nobleza del valor demostrado, por Tesse Thompson, Phylicia Rashad, quienes haciendo caso omiso a las marcas de su rostro, le respetan el largo camino de regreso al gimnasio. Mientras la cuerda gira sin parar contando saltos, las del cuadrilátero se estremecen.
sábado, 30 de enero de 2016
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