Si Pascual Maragall puso Barcelona en el mapa del mundo, l'Estatut en el estado y Catalunya en Europa y ahora desembarca como Eisenhower en el Alzheimer, Luisa Cunille puso la obra en el teatro, Ventura Pons en el cine y un helenco magnifico de actores (Josep Maria Pou, Nuria Espert, Rosa Maria Sarda y Jordi Bosch) en un tenebroso piso del ensanche barcelones. Un matrimonio en plena autodestrucción y cuya pensión viene justificada por la imagenes documentales que abren y cierran el filme, sobrevive en nuestros días con tres inquilinos mas.
Pons, me llama "aquel tan amigo suyo", domina el arte de filmar teatro. Lo impregna de una calidad tipo "La huella" y tendríamos que remontarnos a "La rubia del bar", "Rosita please" o "Anita no pierde el tren" para encontrar un nutrido número de secuencias de exteriores. Sus planos cortos y medios, sus cuatro actos, sus cuatro escenarios, sus cuatro "duologos", dan un empaque solvente al drama servido por el destino, de quienes como dice su autor, han jugado a ganar y han perdido.
Me gustaría dar ánimos desde aquí al expresident a quien admiro y decir a los mesetarios que han comparado la emoción de esta película y las 13 rosas con el 2 de mayo de Goya, que se han equivocado de "guerra de independencia".
lunes, 22 de octubre de 2007
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