En el año 2004 Guillermo del Toro irrumpió con ‘Hellboy’, una película que adaptaba con bastante fidelidad la conocida serie de cómics de Mike Mignola. Fue antes de que la crítica aplaudiera con unanimidad ‘El laberinto del fauno’, pero desde luego en esta película ya demostró que su personal estilo en títulos anteriores como ‘El espinazo del diablo’ o ‘Blade II’ no era casualidad. Del Toro, más que un director de cine, es un esteta, un amante incondicional de la imagen.
Hellboy II: el ejército dorado es que una previsible secuela de las aventuras de este “chico del infierno”, en la que repiten protagonismo Ron Perlman y la anodina Selma Blair. Los cambios desde la primera parte hasta esta segunda son más que evidentes: Del Toro ha sido consciente de que, por el tono de la historia y por venir de un cómic, le podía exprimir un carácter de blockbuster que no tenía la primera, y que, en esta continuación se han acentuado hasta hacer recordar otras sagas.
Tras una torpe presentación de personajes, se muestra a Hellboy (Ron Perlman), su amiga Liz (Selma Blair), y el amigo de ambos, Abe (Doug Jones), tres seres paranormales que no encajan en una sociedad puramente humana, pero que aún así prestan sus poderes al servicio de ésta. En un mundo subterráneo y paralelo, el príncipe Nuada (Luke Goss) traiciona a su padre, el rey de los primeros hijos de la Tierra, para tener mayor poder y así derrocar de su hegemonía a los seres humanos, a los que odia. Hellboy, se mete en la investigación para neutralizar la amenaza. Es curioso que se ofrezca a echar una mano de una manera tan altruista, cuando en realidad el dilema moral que se plantea es mucho más profundo y complejo. Es esto un acierto de la película, que inicia como una aventura vacía y plana, y que poco a poco mete al espectador en un mensaje demoledor: los humanos despreciamos todo lo que es diferente. Nos da envidia, asco, miedo o todo a la vez. Por mucho que nos ayude, el diferente siempre será un bicho raro, un paria, una molestia. Una reflexión que sin duda tiene analogías con la nueva propuesta de Christopher Nolan en su reinvención de Batman.
Nuada es el villano, un trangresor que no duda en matar a todo el que se oponga a sus planes, pero seguramente es un ser en una situación prácticamente igual a la de Hellboy, su antagonista. Son individuos condenados a ser extraños para el resto, a ser incomprendidos y sufrir la falta de aceptación del populacho. En la primera escena vemos cómo Hellboy es educado pacientemente por su padre adoptivo, el profesor Trevor Bruttenholm (John Hurt).
Se nota mucho que Guillermo del Toro, además de ser el director, también es el guionista. Y es que en muchas ocasiones rechaza un argumento más consistente con tal de exponer su extensísimo repertorio visual, su constante imaginería que en ciertos momentos, hace que ‘Hellboy II: El ejército dorado’ parezca la segunda parte no ya de ‘Hellboy’, sino también de ‘El laberinto del fauno’. Su gama de colores, criaturas, escenarios; sus batallas, movimientos de los personajes, explosiones, persecucciones… todo en esta película está realizado con minuciosa maestría. El aspecto gótico, o al menos oscuro, es digno del mejor Tim Burton. Y lo siento, es inevitable comparar a Del Toro con Burton porque son los únicos que pueden combinar la penumbra que invade a sus personajes con una belleza poética que aparece cuando uno menos se lo espera. No es casualidad, por supuesto, que la banda sonora sea del experto Danny Elfman, que ha compuesto melodías portentosas aunque algo impersonales.
La película mejora en su segunda mitad, donde trasciende su condición de cine de consumo para dar una estocada casi imprevista, que genera debate moral: Hellboy es una especie de superhéroe a su pesar, que lucha contra el príncipe Nuada sin darse cuenta de que está combatiendo contra su propia condición, haciéndole un flaco favor a los “suyos” y un desinteresado regalito a los seres humanos que tanto le denostan.
Prácticamente todo en ‘Hellboy II: el ejército dorado’ mejora a su predecesora. Tiene mayor cantidad de dosis de humor, más espectacularidad, mayor claridad visual y narrativa. En contra, tiene el resultar demasiado larga pese a que no dura más de dos horas, y es porque los efectos visuales revelan que el argumento está considerablemente hinchado, y turbia la relación entre Hellboy y Liz.
En conclusión, una buena película en el apartado técnico, que sin embargo deja algo frío al espectador por las intermitencias y la escasa solidez de su guión y unas actuaciones aceptables pero no entregadas, fruto de una dirección de actores bastante floja. La tendencia al exceso de Guillermo del Toro es esta vez un punto a favor con mucho mérito. Es, a todas luces, una dirección artística ejemplar, con una iluminación, fotografía, vestuario y maquillaje rebosantes de frescura, brillantez y talento. Y pocas veces la omnipresencia de los efectos digitales ha estado tan bien llevada, ha sido tan bonita y estimulante.
viernes, 5 de septiembre de 2008
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