sábado, 2 de abril de 2016

Altamira

Este correcto pero aséptico director que iba en Carros de fuego, hacia la Revolución en Greystock y Tarzan en el sueño de Africa, Hugh Hudson, nítido y digno representante del cine británico de los 80, afronta sin mucho calor, este semifilm en las bellas tierras santanderinas. Narra veinte años de enfrentamientos a  finales del siglo XIX entre ciencia y arqueologia e iglesia y arte. En medio, el único dueño de la situación, Antonio Banderas. Y completan la calidad del producto el documentalista Jose Luis Lopez Linares, y la música de Mark Knofler. El único interés pero, es histórico por lo que respecta al descubrimiento afortunado de las cuevas y sus pinturas y las supuestas dudas de  su autenticidad. Se suman a la impersonalidad el proyecto Rupert Everett, Pierre Nine y Goldshifter Farahani.

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