Juan Schnitman (Buenos Aires, 1980) estudió dirección de cine en la Universidad del cine (FUC). Después de graduarse coescribe y codirige Amor (Primera parte) con Santiago Mitre, Alejandro Fadel y Martín Mauregui en 2005. Después también coescribe y codirigeGrande para la ciudad en 2007. El incendio, que ya se ha proyectado en Berlín, Bafici y Málaga, supone su debut en la ficción en solitario. El estreno en Berlín fue apabullante. Las salas son muy grandes. La gente está muy interesada. La película es muy áspera, muy ardua. Siento que hay una suerte de identificación en todos los puntos.
La idea era hacer una película de las últimas veinticuatro horas de una pareja. Hay en esta idea otra idea de subgénero tipo “un día de furia”, como explorar el pequeño fracaso del día. Esta película, de alguna manera, se adscribe a este subgénero, todo ocurre en un solo día, y cuando todo sale mal, los problemas que estaban debajo de la alfombra ponen en duda a la pareja. Pero sí que hay historias nuestras o de amigos que hemos consultado para adaptar a estos personajes, pero no hay nada puntual que yo haya utilizado en esta historia en particular. Afortunadamente, si existe no lo conozco, con este nivel de violencia entre mis amigos, creo que no ocurre.
Trabajamos mucho juntos con Agustina. Escribimos varias versiones. Muchas de las ideas de las escenas son de ella. Muchos actores participaron en ello. Como en la escena con su hermano. El guion fue bastante permeable.
La verdad es que todos los elementos que están en la película son el fruto acertado o erróneo del pensamiento y la reflexión de Agustina. De un trabajo muy largo que hicimos con Agustina. Tratamos de contar dos cosas al mismo tiempo con cada una de las escenas. En este sentido, te diría que sí, que las cosas que mencionas son cosas que nosotros pensamos, que analizamos y que tratamos de dosificar con algún grado de conciencia a lo largo de la película, con una mayor o menor efectividad a la hora de plasmarlo en la película.
Hay algunas cosas de los personajes, en general, y del personaje de Marcelo, en particular, que sí que venían de ideas iniciales. Como idea general teníamos personajes con dificultades para comunicarse y hablar de sus problemas. La comunicación es el gran problema de la película y de las parejas, en general. En Marcelo se hace mucho más patente, porque cuando deja de poder comunicarse surge la violencia y está a flor de piel. En ese sentido, el personaje de Lucía es un poco más artero, porque de alguna manera, ella está buscando esa violencia de él, mientras le teme, pero a la vez trata de abstraerla de alguna forma con su actitud.
Hay un comentario que nos han hecho a la hora de construir el guion y a la hora de filmar. En la primera parte hay una identificación más clara con ella y él es un personaje más amenazante y físicamente muy peligroso. En la segunda mitad, eso va mutando bastante y te das cuenta que él tiene unos problemas bastante grandes con este tema y es consciente de ello. Querría solucionarlos, pero no lo logra y, a la vez, está muy enamorado de ella, cosa que ella no parece corresponder. Ella parece estar más afuera de la relación y ser mucho más fría, y a la vez mucho más manipuladora. En la segunda mitad, se invierten esos papeles y la identificación pasa un poco más hacia el lado de Marcelo.
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