Documental | 95 min. | Suiza 2014. Título original: Dark Star: HR Gigers Welt.
Directora i guion: Belinda Sallin.
Intervienen: H.R. Giger, Leslie Barany, Sandra Beretta, Tom Gabriel Fischer.
Hansruedi Giger fue el hombre responsable de algunas de nuestras peores pesadillas. El ilustrador suizo poseía una imaginación fascinante y temible, en la que las formas orgánicas se unían con los pavores del mundo industrial, y que dio a luz a una de las criaturas más temibles del cine: el Alien. Poco antes de fallecer, Giger abrió las puertas de su taller a este documental, que nos muestra su faceta más íntima.
Al inicio del documental la cámara avanza de manera parsimoniosa a través de un laberíntico jardín. A medida que nos adentramos en ese auténtico oasis de caos contenido, vemos como un buen número de esculturas de monstruos deformes se confunden de manera armoniosa con la vegetación del lugar. La sensación que nos embarga es extraña, como si poco a poco nos estuviéramos introduciendo en lo más profundo del Averno.
Pero la paradoja alcanza su máxima expresión cuando quien nos atiende a la puerta de su casa es un viejecito afable y entrañable que nos invita a entrar.
Ese hombre de mirada inquieta y movilidad reducida no es otro que H.R, Giger, un artista gráfico y escultor suizo que ganó un Oscar en 1980 al mejor diseño de producción al crear a la criatura y algunos espacios escénicos de Alien, la obra cumbre del director estadounidense Ridley Scott. Giger llegó al mundo del cine de la mano del artista chileno Alejandro Jodorowski, a quien se lo recomendó Salvador Dalí en Cadaquès en 1973, para el proyecto Dune (1973-1977), en el que también estaba, junto a Jodorowski y al historietista e ilustrador francés Moebius, el guionista y diseñador Dan O´Bannon,que fue quien incorporó a Giger al proyecto de Alien en 1978.
Giger llegó al mundo del cine de la mano del artista chilenoAlejandro Jodorowski.
A lo largo del documento filmado asistimos a una serie de escenas cotidianas donde por ejemplo vemos al avejentado artista pasear por las distintas estancias de su casa decoradas con gusto barroco con espeluznantes obras de arte o esbozar algún que otro dibujo sentado tranquilamente en su despacho ubicado en un sótano que se asemeja más a una guarida.
El silencio que se respira en el ambiente mientras el creador trabaja en sus nuevos proyectos es estremecedor.
El silencio que se respira en el ambiente mientras el creador trabaja en sus nuevos proyectos es estremecedor, y tan sólo se interrumpe por el tenue maullido de un gato que pulula por el lugar.
Por la casa también se mueven de forma sigilosa algunos de los más estrechos colaboradores de Giger: un asistente que también ejerce de músico en un grupo de heavy que le ayuda con las tareas administrativas diarias; Carmen, su segunda mujer que vive en una casa adyacente y que dirige el museo H.R. Gifer en Gruyères y su madre Carmen Scheifele de la Vega una vivaracha madrileña que ejerce de improvisada secretaria a la par de experta cocinera un par de veces por semana.
También aparecen por allí algunos de los más íntimos amigos del diseñador: el reputado psicólogo Stanislav Grof; el galerista Hans H. Gunz; Paul Tobler, hermano de Li Tobler,una artista que mantuvo una relación amorosa con Giger y con la que rodó varios cortometrajes hasta que se suicidó en 1975 (hecho que marcaría para siempre la obra de Giger), y Sandra Beretta, diseñadora gráfica de algunos de los libros más conocidos del artista suizo.
Todos ellos coinciden en ensalzar la figura de un autor tan prolífico como original. Pero si a través de sus comentarios y confesiones ante la cámara nos vamos haciendo a la idea de la importancia y trascendencia de la persona a la que se rinde homenaje (Giger falleció tan sólo unas semanas después de acabarse de rodar el documental), lo que realmente acaba de convencernos de que nos hallamos ante un auténtico mito es el momento en el que acude a inaugurar una macroexposición sobre su obra en la localidad austriaca de Linz.
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