El título original es «Aquarius», y con él se presentó en el pasado Festival de Cannes, y es el nombre del edificio tan venido a menos, tan en peligro de extinción, que coprotagoniza la película. El cambio aquí por «Doña Clara» no altera la sustancia original, pues alude al personaje central de la historia, una mujer en la antesala de la vejez, pero resistente, atractiva y leal a sus cimientos que por la voracidad de la especulación inmobiliaria también están en peligro de extinción. La película del brasileño Kleber Mendonça Filho tiene dos argumentos, ese tramo de la ciudad de Recife, el vistazo a la Avenida Boa Viagem, al borde el Océano y donde está anclado Aquarius, y la presencia de la actriz Sonia Braga, que ennoblece el ya de por sí noble personaje con su fuerza y vitalismo eterno. Es un filme de imagen y espíritu nostálgico (los «flashback» están impregnados de ese sentimiento), pero también de postura íntegra y de lucha a muerte por no morir. Doña Clara es la única superviviente que vive en este edificio que ha comprado una constructora y ella aguanta para no vender su apartamento, que representa, todo su pasado, sus raíces, sus cachivaches y la «melodía» de toda su vida, pues es una crítica musical retirada y apegada en cuerpo y alma a su mundo y recuerdos. Aunque esto es lo esencial del filme, se adorna con momentos de ligero humor, de convivencias y de sanas reflexiones entre paseos musicales. La parte de intriga y desenlace de «Doña Clara» es lo menos «personal» de esta estimable película, pero que no la desperdicia ni desvia un apice de su calidad ni intencion.
sábado, 11 de marzo de 2017
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