Desde hace ya casi una década, película a película, va construyendo una gran red de personajes e historias interconectadas que forman un todo pero que no siempre funcionan funcionan, en la mayoría de los casos, como franquicias independientes. Imágenes. En esta medidísima y titánica tarea, Marvel ha conseguido lanzar al estrellato a personajes poco conocidos por el gran público como Ant-Man, Doctor Extraño o estos Guardianes de la Galaxia, que sorprendieron con su primera aventura cinematográfica y que ahora, ya convertidos en fenómeno de masas, no decepcionan con la segunda a sus nunevos seguidores. El factor sorpresa, obviamente, se ha perdido. Conocemos a los personajes, su universo y su sentido del humor, pero poco importa eso cuando nunca pasan cinco minutos sin que soltemos una carcajada, nos quedemos asombrados ante algún prodigio visual o intentemos asimilar la última referencia pop de las muchas que hay repartidas a lo largo de dos horas de metraje que se quedan cortas o largas segun. La historia, como ya se podía intuir en la primera entrega, gira en torno a los orígenes de Peter Quill (Star-Lord), marcado por no haber conocido jamás a su padre. En torno a esa premisa, compone una espectacular space opera con escenas difíciles de olvidar. Más excesiva,ambiciosa y psicodélica que su predecesora, esta secuela es también mucho más emotiva.. Tiene tiempo de hablar de familia, amor y amistad con mucho más tino y buen gusto que centenares de largometrajes pretendidamente serios. Los culpables son sus personajes, que esta vez no solo compiten en carisma, comicidad y diálogos ingeniosos sino también en profundidad emocional, algo más que curioso cuando todos ellos basan su personalidad en la simpatía, la antipatía o la falta total de empatía, un cóctel que se vuelve aún más explosivo con la incorporación de Mantis y sus poderes empáticos. El resultado, con Chris Pratt como héroe canalla rodeado de un grupo de eficientes robaescenas: el arisco Rocket, Drax y sus dificultades sociales, la letal Gamora y, sobre todo, Baby Groot, protagonista de los gags más. A ellos se suma un trío de estrellas que no desmerecen en absoluto: Kurt Russell como Ego, uno de los personajes principales del filme, Elizabeth Debicki como la estirada y dorada Ayesha y Sylvester Stallone en un pequeño papel. Tampoco falta el omnipresente Stan Lee, con más presencia de la habitual. Y aún hay otro cameo más, pero es tan loco e inesperado que es mejor mantenerlo en secreto para no estropear la sorpresa. Todos ellos, a ritmo de una fantástica banda sonora ochentera –la del casete Awesome Mix Vol. 2– construyen un relato en el que, más allá de disparos, explosiones y alienígenas de colores, se habla de todo. El responsable de que la fórmula haya vuelto a funcionar es James Gunn, quien, para alegría de los fans marvelitas, ya ha anunciado que también dirigirá la tercera parte. Él se ha convertido, junto a los hermanos Russo (directores de las dos últimas películas del Capitán América y de las dos próximas de Los Vengadores), en uno de los hilos más fuertes de esa red Marvel que mencionaba. Pocos han tratado con tanto cariño a los héroes y pocos han sido capaces de trasladar ese afecto tan claramente a los espectadores, para los que esta vez reserva nada menos que cinco regalitos en forma de geniales escenas post-créditos. Toca esperar en la oscuridad de la sala hasta el final.
martes, 2 de mayo de 2017
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