lunes, 26 de junio de 2017

Mi vida entre las hormigas

Ilegales ha sido, durante más de 30 años, la banda que no querría que escucharan sus hijos. Letras ácidas y provocativas, gestos obscenos y peleas en cada concierto han acompañado a la formación con más actitud punk de nuestro país. Ahora el documental se detiene en estudiar al grupo a través de su líder, el carismático Jorge Martínez. Hablamos con él sobre una vida basada en la clásica tríada: sexo, drogas y rock & roll. Quien no se lo crea, puede comprobarlo en conciertos como el del 6 de julio en el festival Cultura Inquieta ¿Qué pensó cuando vio toda la gente que habla de usted en el documental? Pienso que empiezan hablando mal de mí desde el principio, y eso lo hace más interesante. No es mi visión ni la visión de Ilegales, pero es una buena fotografía  de la historia de la banda. ¿Ninguna declaración le hizo cabrearse? Bueno, que alguno se ande con cuidado, ya iré tomando venganza uno por uno [risas]. En el documental podemos ver la faceta punk que todo el mundo conoce de usted, pero también una visión más sentimental… Creo que es una exploración a fondo. Desde luego, la vida ha sido intensa en estos más de 30 años. Tener la posibilidad de cambiar de postura está bien, no puedes estar siempre rígido, sería muy aburrido. Incluso se dice al final que el personaje de Jorge Ilegal "se ha comido" a la persona. Yo creo que los dos son el mismo individuo, no hay grandes diferencias. En mi caso y en el de los demás miembros de Ilegales, la trampa es que no hay trampa. Alguna gente no se ha dado cuenta, porque es muy corta, del doble y el triple sentido de las cosas que decimos en las canciones. Pero creo que en general tenemos un público bastante inteligente. ¿Ese fue el secreto de su éxito, hablar de manera transparente sobre lo que vivían? Creo que sí, esa transparencia no es tan dañina como muchos se creen, y a la larga es mucho mejor que la mentira. Ahora, reconozco que la mentira es algo fascinante, porque no tiene limites. Siempre me han fascinado los mentirosos, pero a mí no se me da bien. ¿Nunca miente? No solo no tengo tendencia a la mentira sino, como dice Diego Manrique [periodista musical], el muy cabrón, en el documental: soy un bocazas. No solo digo la verdad sino que la digo cuando nadie me pregunta, con excesiva generosidad. Su relación con la prensa especializada ha sido de amor y odio... No es una mala relación, pero sí que nos hemos dicho siempre las cosas frontalmente. Creo que he estado poco equivocado. ¿En qué cree que tenía razón? Muchos grupos que sacralizaban eran una mierda. No voy a hacer un listado, no les quiero privar de la oportunidad de redimirse, pero han puesto como la quintaesencia del rock a una manada de gilipollas que no merecen más que mearse en su presencia. En el documental hablan de su  momento de mayor éxito y de cómo tuvieron que frenar. ¿Qué hubiera pasado si no lo hubieran hecho? Probablemente habríamos muerto.  Cuando te conviertes en una máquina de hacer dinero nadie quiere que pares. Lo que vas a tener que hacer es sabotear tu propia carrera, si no estás muerto. Somos realmente hábiles en sabotearnos. No es fácil, hay muchos intereses, pero cuando es necesario hay que hacerlo, ser valiente y autoagredirse. Y, cuando se vuelve a empezar, ¿es difícil volver a llamar a las puertas? No, puedes no llamar a nadie y acabas haciéndolo por ti mismo, que es más excitante. No estamos hechos para ser felices en una nube rosa, estamos hechos para un combate constante por la supervivencia. Por eso muchos animales  cuando están estables desarrollan enfermedades. La lucha es una constante que te mantiene sano, e Ilegales lo ha hecho siempre, a veces incluso contra sí mismos.

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