Un documental cuyo titulo nos da pistas de lo que vamos a ver y que no eran nada divertido. Este mediometraje documental de 56 minutos está producido por El Retorno Producciones y está dirigido por Carles Bover y Julio Pérez, la primera ópera prima de estos directores. Anteriormente habían trabajado juntos pero en cortometrajes como Camino ó Lezione y Galerias. Por la pelicula conocemos el horrible y constante conflicto árabe-israelí que ya lleva más de sesenta años y no cesa. Este documental es perfecto para volver a sacar el tema este año, ya que parece que como el conflicto ya está “olvidado” en los medios de comunicación, la gente no lo tiene tan presente. El trabajo de Bover y Pérez es una forma de devolver de alguna forma la presencia de este tema a la actualidad y “denunciar”este terrible hecho. El documental, no es nada agradable de ver, pues sus imágenes son muy duras. El comienzo es brutal y hará a la gran parte de los espectadores cerrar los ojos con la aparición de primeros planos de cadáveres, entre ellos de niños, que siempre es una situación que evitamos. Con un guion en forma de diario, vemos desde la visión de los palestinos todo lo que viven. Sí que es verdad que echamos en falta la otra parte (israelíes) para tener la versión de los dos lados.
Así, podremos ver su día a día lleno de prohibiciones para vivir en territorios como Cisjordania y la Franja de Gaza, los cuales el espectador visitará con diferentes personas lo que allí sucede de forma muy cercana. También se verán los constantes bombardeos y el miedo por parte de los palestinos, que nos dejarán agotados mentalmente. Una narración que si, por si no fuera ya potente por sí misma, está acompaña por una banda sonora de Pere Campaner.
Testimonios de palestinos que están afrontando como pueden el día a día en este entorno es lo que nos encontramos. Desde una madre que ha perdido a su hija en un bombardeo, pasando por pescadores que solamente intentan ganarse la vida y se la arrebatan, hasta niños que son brutalmente afectados por la situación que están viviendo.
Pensábamos que íbamos a ser capaces de ver esas imágenes tan reales, por que ya estamos “curados de espanto” con todo lo que nos ponen en los informativos.
Esa escena final en la que van a visitar a un niño que está en el hospital. Ver esos ojos perdidos, asustados, abiertos como platos, y escuchar esos llantos de terror, nos hacen no querer mirar hacia un lado por un momento y ayudar a solventar esa catástrofe. Y es que nadie se merece vivir así, pero un niño menos.
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