Una estudiante de 22 años presencia el asesinato de su padre, un profesor de ciencias políticas de la universidad de Medellín. También es la única en verle el rostro al homicida, con el que se encontrará por casualidad meses después de que el caso haya sido archivado fruto de la indolencia de las autoridades. Tras conocer al verdugo, una víctima más de un sistema violento y corrupto, los sentimientos de la joven se debatirán entre lo moralmente correcto y su deseo de venganza. La directora Laura Mora Ortega (Pablo Escobar: El Patrón del Mal) consigue llevar a la gran pantalla su proyecto más personal y su segundo film, en el que vuelca las profundas y dolorosas reflexiones surgidas a raíz del asesinato de su propio padre. Un drama con grandes dosis de realismo que apunta directamente a la situación actual de Colombia, un país envuelto en un círculo vicioso que parece nutrirse de interminables actos de venganza. Este punto de vista es relatado por la realizadora a través de dos personas marcadas por la violencia, extrema en ocasiones, víctimas de ella cada uno a su manera, en un estado fallido que no ha sido capaz de proporcionarles la justicia que ahora buscan tomarse por su propia mano. Con el naturalismo alejado de artificios como seña de identidad, el film se apoya un reparto de intérpretes no profesionales sin fortuna algunos, encabezado por Natasha Jaramillo y Giovanny Rodríguez, que aportan su propia forma de relacionarse con la ciudad de Medellín para dar vida a estos dos protagonistas que se reconocerán al uno en el otro y se enfrentarán al desgarrador dilema moral de contribuir a la cadena infinita de muertes o, por el contrario, ponerle fin.
sábado, 21 de abril de 2018
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