sábado, 30 de agosto de 2008

Los girasoles ciegos

Siempre apetece hablar de las películas de José Luis Cuerda. Recordemos Amanece que no es poco, Así en la tierra como en el cielo, El bosque animado, La lengua de las mariposas, La viuda del capitán Estrada, Pares i nones y La educacion de las hadas. Ahora vuelve con una historia de educacion de postguerra. Cualquiera de sus personajes, Raúl Arevalo por ejemplo, es rico en matices. Cuerda rueda sin tensionar al máximo el clima, como un clásico manteniéndose siempre dentro de la corrección política pero de denuncia. Tampoco diríamos que la acción es neutra y previsible. Muchos no conocerán los conflictos que plantea el film, no por inauditos, menos reales o veraces, algunos de una complejidad considerable.
Maribel Verdu, que tiene a su marido escritor y significado republicano, Javier Cámara, escondido en casa, en una habitación falsa detrás del armario del dormitorio, es objeto de la obsesión sexual del cura maestro de su hijo. Un diacono confuso y inseguro después de su paso por el frente bélico. Su actuación durante la nefasta guerra le ha desorientado frente a sus valores en la vida, pierde la fe y se quiere perder en el laberinto pecaminoso para el del sexo prohibido.
Cuerda pulsa con tacto el dolor de la guerra civil y nos recuerda con delicadeza lo que se perdió y por aun, lo que hubiera podido perderse. Guión póstumo de Rafael Azcona, incide en todos y cada uno de sus latiguillos argumentales: el clero, los militares, la educacion, la escuela, el fascismo, la represión, todo organizado magníficamente por el concierto de Cuerda alrededor del sexo. Otro tabú de aquella España y de esta, que constantes cineastas menos ciegos que otros, derriban film tras film.

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