viernes, 8 de agosto de 2008

Reyita

Esta es la historia de una mujer “común y corriente” que nació en 1902: Maria de los Reyes Castillo, Reyita. Una mujer portadora de una historia que hubiera pasado desapercibida incluso para su familia, si su hija Daisy no la hubiera rescatado en un libro. A través de sus páginas y de los vívidos recuerdos de sus familiares, el documental propone un viaje por una vida que descubre el valor de lo cotidiano. Reyita fue una mujer negra, pobre, víctima de la discriminación racial desde pequeña; pero que supo rebelarse al destino que le imponía su época.
Vio en su matrimonio una estabilidad, pero su esposo pronto se convirtió en una suerte de antagonista al que tuvo que oponerse para realizar sus sueños y los de su familia. Esquivando a su marido, Reyita ayudó a otras mujeres- muchas de ellas, prostitutas- a cuidar de sus criaturas, militó en el Partido Socialista Popular, compartió los ideales de sus hijos guerrilleros y libró pequeñas batallas cotidianas para cambiar el mundo y no sólo su casa.
A través de la memoria familiar- con sus afectos, olvidos y contradicciones-, el documental refleja sus sueños, frustraciones y logros, al tiempo que es testigo del homenaje que su descendencia le rinde en el aniversario de su nacimiento. Como si de un álbum se tratara, el filme recoge los testimonios, las fotografías familiares y las últimas imágenes en video que se grabaron de Reyita, para forjar el retrato de una mujer que se mantuvo firme contra viento y marea y que, aún en las condiciones más difíciles, conquistó su identidad y la independencia.
Olivia Costa y Elena Ortega dicen de su obra: Murió con una historia en los labios. Esta frase nos perseguía sin darnos tregua desde que empecé a interesarme por las vidas invisibles, aquellas que han vivido las mujeres, las protagonistas de la historia cotidiana. Desde muy pequeña, casi como si fuera sordomuda, me obsesionaba seguir y seguir escuhando aquellas historias que podía leer en los labios de mis tías y de mis abuelas. Mi vida, de niña, transcurría en el espacio cotidiano de aquellas mujeres, del comedor, al dormitorio, del lebrillo a la cocina. Allí, al calor de los fogones, haciamos la tarea, jugábamos y hacíamos la vida. Esta escena se reproducía en cada una de las casas de mi geografía infantil, pero más especialmente en casa de mi abuela. Allí, junto a aquel puchero burbujeante con olor a hierbabuena, se cocían las historias.
Reyita esperó al final de sus días para contar su vida, y eligió a su hija menor, Daisy, para acabarla relatando una historia. Georgina dice que hay que hablar menos y escuchar siempre a esas viejas de antes que velaban a los muertos en los velatorios, y allí, a pie de muerte, hablaban de la Vida.
Reyita es mi profundo homenaje a nuestras abuelas, tías y madres, a esas mujeres sabias, tantas veces invisibles, que son las que en realidad conocen y transmiten el justo punto de cocción que necesita la Historia.
Un sentido homenaje a todas nuestras madres y abuelas que nos dejan solos en el nuevo siglo.

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