Cuando ves que la pantalla se llena de decenas de bichos, puedes adivinar facilmente que la narración no va bien, que sus protagonistas no tienen sustancia personal y que sus directores Yarrow Chenney y Chris Renaud se esconden en el slapstick tapando defectos como pueden. El arranque es brillante, Un estudio profundo del comportamiento, costumbres y relaciones que establecen entre ellos y sus objetos, las mascotas. Pero hasta aquí llega el ritmo desenfrenado, el ingenio de la acción y el talento como queda demostrado en la secuencia del perico de espaldas. Demasiado pensado el espectáculo para un jovencisima platea, empieza aquí una retahíla de bromas en persecución de un cierto humor de gran consumo y unas pinceladas de sentimentalismo. Como un toy story sustituyendo los juguetes por las mascotas. Aquí los protagonistas no tienen que esperar que se marchen los dueños para coger movimiento. En presencia de todos pueden jugar charlar, reunirse y jugar a grandes aventuras. Han pasado mas de 20 años entre ambas historias. Y un corto que se proyecta de aperitivo en algunas salas, Minions, y nos recuerda en 10 minutos todo lo hemos perdido en e1 campo de la animación.
lunes, 8 de agosto de 2016
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