EL SAMURAI
El cénit de Melville llega con Le Samouraï (no
he entendido la traducion como El silencio de un hombre, 1967). Un film
cuyas dimensiones de género expande su
influencia aún hasta nuestros días en filmografías tan lejanas como la coreana,
en la manera de rodar ciertas escenas donde se apropian del metódo de Melville en las idas y venidas del
metro convirtiendo una persecución en casi un organigrama de cómo preparar un
atentado.
El samurai no deja de ser un mundo márginal, de lugares solitarios y
decadentes, espacios que sirven para ilustrar un universo y el reflejo
del protagonista y su visión existencialista.
Así pues, El silencio de un hombre seria
un noir existencialista,
donde una historia mínima sirve para elaborar un discurso del yo interior,
hablar de modos de comportamiento, de ver un mundo que no se define por una
realidad sino que se filtra a través de la mirada de su protagonista. El azul
metálico de los ojos de su protagonista, Jeff Costello, confieren esta
tonalidad a toda la película. Un azul frío., melancolíco y solitario que inunda
cada uno de los fotogramas. Desde la habitación donde habita Jeff, (que deja de
ser Alain Delon) pasando por los cabarets de mala muerte hasta la misma
estación de policía, todo tiene un aire de desnudez de almas rotas que se han instalado donde han podido..
No estamos ante un retrato sesgado o del personaje. Se trata de una toma de
posición aséptica.. No hay espacio para sentimentalismos. No se trata del canon
habitual del noir,
de un descenso a los infiernos de una persona decente, o del periplo de un
anti-héroe. La palabra clave es el no, y Jeff Costello, es, al igual que el
resto de personajes a su alrededor, una persona, sin futuro, viviendo en un presente que se
proyecta sobre sí mismo.
El fatalismo de la obra gira tanto entorno al drama de
la existencia de las consecuencias que la estricta obediencia al código
personal acarrea. Melville indica que la fidelidad a uno mismo siempre se
topará con la “flexibilidad” moral del entorno y, por tanto solo hay un
destino, una línea de llegada posible: el desenlace fatal. El tono
desapasionado con el que filma, como si el corte violento, seco, del plano fuera de campo, no fueran más que registros
ciegos de aquello de lo que querria contar.
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