Ver una película de Albert Serra (Banyoles, 1975) es un acto de militancia emocional, sentirse participe, dejár se de prejuicios morales o ignorar cualquier etica, alejar la mirada y componer en este vacio una retaila de imagenes cinematograficas, que lo son,alejados de nuestra mirada, para ser inbuidos por sus estoicas imagenes liberrimas de un universo al que no todos, podemo accecder liberarnos en cierta forma de toda idea preconcebida de las formas cinematográficas, fusionándonos con sus bellas imágenes y experimentando de forma muy personal aquello que vemos. Serra Honor de caballería, bebe de un cine contemplativo en el que pervertía la historia haciendo dos viajes, el de El Quijote y Sancho, y el de los tres reyes magos, siguiendoles paso a paso para filmar dia a dia capturando la humanidad y las contradicciones. Serra adentra su cine en el siglo XVIII, diferente, oscuro y más perverso, en el que la decadencia de la burguesía, es el centro de la acción, o de la inacción, narrando el imposible encuentro entre Casanova y Drácula, entre lo romántico y la luz en pos a la oscuridad y el terror, en una película bellísima plásticamente, con unos intérpretes, amigos del director en su mayoría, como ocurre en su cine, en estado de gracia, sobre todo Vicenç Altaió, creando un Casanova inolvidable, humano y decadente. Con La muerte de Luis XIV, con un sublime Jean-Pierre Léaud como rey enfermo, decrépito y postrado a una cama, narrando como una pieza de cámara a lo Brecht, la crónica diaria de la enfermedad del monarca en su lenta y dolorosa desaparición. Con Liberté sigue explorando minuciosamente los terrenos de esa lenta decrepitud de un tiempo que jamás volverá, situándonos en el año 1774, a menos de veinte años de la Revolución, entre Potsdam y Berlín, en un bosque indeterminado durante una larga noche muy oscura, en el que un grupo de libertinos expulsados de la corte puritana y aburrida de Luís XVI, dan rienda suelta a sus deseos más íntimos y oscuros. El director gerundense reúne a una serie de nobles y criados en los alrededores de las sillas, a los que un grupo de novicias se les unirá, donde a modo de sombras y deseos de danza nocturna, con ese aroma romántico, como si estuviéramos siendo observados en un lugar infinito, del que desconocemos su principio y su salida, llamado laberinto. Un lugar donde impera el deseo insatisfecho, e imposible, alejado de toda moral, donde nunca sabremos situarnos ante en las acciones sexuales, que a medida que avanza la noche veremos el aumento de tono de las acciones sexuales explícitas, en las que podremos acercarnos,y casi tocarlas. Los personajes con sus ropajes y liberados inciden en la barrera social y tanto amos como siervos se mezclan y se funden donde el deseo los convierte en uno solo, en una sola masa seres ávidos de deseo, de sexo, expulsados de ese paraíso que quería imponer en la corte de Luis XVI. El Duque de Walchen interpretado Helmut Berger es el objeto de deseo de estos libertinos, perdidos, en la huida de la corte falsa de Luís XVI..Entre Postddam y Berlin (1774) Madame de Dumeval, el duque de Wand, expulsados, se refugian e n Walchen. Alli les acoge el Duque libre pensador aleman que realiza sus practicas licenciosas en un convento proximo.
La luz de Artur Tort, cómplice habitual de Serra desde Historia de mi muerte, crea ese magnetismo cercano y alejado a la vez, que facilita crea el preciso montaje de Ariadna Ribas, que también firman Tort y Serra, convierten la película a un ritmo pausado, fantasmal y profundo y personal. El objetivo, llevar el libertinaje a Alemania. Una cinta que nos interpela constantemente, en la que reconocemos la desnudez formal, los descensos a los infiernos, con sus cortes venidas a menos, su decadencia de aquellos que deambulan esperando su último amor en forma de deseo platonico o los retratos oscuros que tanto gusta indagar. El espejo deformador por el que se desplazan los libertinos, experimentando con sus cuerpos, sus deseos, su carne, lo que son y lo que no podrán ser. Son Iliana Zabeth, Marc Susini, Lara Poulvet, Baptiste Pinteaux, Lluis Serrat..
La luz de Artur Tort, cómplice habitual de Serra desde Historia de mi muerte, crea ese magnetismo cercano y alejado a la vez, que facilita crea el preciso montaje de Ariadna Ribas, que también firman Tort y Serra, convierten la película a un ritmo pausado, fantasmal y profundo y personal. El objetivo, llevar el libertinaje a Alemania. Una cinta que nos interpela constantemente, en la que reconocemos la desnudez formal, los descensos a los infiernos, con sus cortes venidas a menos, su decadencia de aquellos que deambulan esperando su último amor en forma de deseo platonico o los retratos oscuros que tanto gusta indagar. El espejo deformador por el que se desplazan los libertinos, experimentando con sus cuerpos, sus deseos, su carne, lo que son y lo que no podrán ser. Son Iliana Zabeth, Marc Susini, Lara Poulvet, Baptiste Pinteaux, Lluis Serrat..
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